“Entonces Pedro se acercó y le dijo:
Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta
siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces
siete.” Mateo 18:21-22 (Leer
1ª Pedro 2:19-23)
Es natural
querer defendernos ante una situación injusta. No obstante, aunque resulte poco
natural permanecer tranquilos, devolver con bien cuando nos maltratan o
responder pacíficamente cuando alguien nos ofende, cuando hacemos esto estamos
demostrando que tenemos un entendimiento claro de nuestro llamado como
creyentes.
Dios desea
desarrollar en cada uno de sus hijos e hijas, cualidades que al mundo le
parecen poco naturales. Cualquiera puede ser paciente cuando las cosas salen
tal y como quiere, pero es una mayor virtud controlarse cuando la provocación
toca a nuestra puerta (1ª Pedro 2:20).
Fénelon, un
teólogo del siglo 17, expresó esta verdad de la siguiente forma: “No te
molestes tanto cuando te defrauden las mujeres y los hombres malvados. Déjalos
que hagan lo que quieran; procura hacer la voluntad de Dios. Tus recompensas
por cada cosa mala que hagan contra ti serán una paz silenciosa y una dulce
comunión con Dios. Fija la mirada en Él.” El Señor permite que lleguen a
nuestras vidas situaciones incómodas, y el propósito según las palabras de
Fénelon: “lo hace para beneficiarte”.
¿Para
beneficiarnos? Sí, aunque suene algo sin sentido. Cuando respondemos ante la
injusticia, como creyentes nuestra ansiedad, inseguridad y pesimismo se
convierten en tranquilidad, estabilidad y esperanza.
Entonces, ¿Por
qué atacamos, cuando nos maltratan? ¿Por qué somos tan prestos a buscar
venganza? ¿Por qué nos cuesta tanto responder con un bien a nuestros
enemigos? Es quizás porque no entendemos
que el nuestro es un llamado aún más alto: “Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en
nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2ª Corintios 5:20).
1. No hablamos de no hacer nada contra la
violencia en cualquiera de sus manifestaciones, toda violencia debe ser
denunciada; de lo que se trata es de no guardar en nuestros corazones odios y
rencores (Mateo 18:21-22), y de perdonar y amar de la misma forma que nosotros
lo fuimos pese a que no lo merecíamos.
2. La mejor forma de responder al mal es
haciendo el bien, la mejor forma de pelear contra la injusticia es a través de
la reconciliación.
HG/MD – (DEVOCIONAL DIARIO “MI DEVOCIONAL”)