Charles Spurgeon ha sido considerado por los colegas de su época y del
día de hoy como el “Príncipe de los predicadores”. El Tabernáculo Metropolitano
de Londres, que él construyó, albergó la congregación cristiana independiente
más grande del mundo, durante el siglo diecinueve. Algunos atribuyen parte de
su éxito a la combinación de una hermosa voz, talento y estilo dramáticos
cautivantes, profundo compromiso con una teología bíblica y su capacidad de
hablarle a la gente de su época de tal manera que tocaba sus necesidades más
profundas. Pero el secreto principal que dio a Spurgeon ese poder, fue su
devoción a la oración.
Cuando la gente entraba al Tabernáculo Metropolitano, Spurgeon los
llevaba al sótano, que era el lugar de oración, en donde siempre había
creyentes de rodillas intercediendo por la iglesia. Entonces afirmaba: “Este es
el cuarto de poder de esta iglesia”. Esta declaración fue apoyada por la
asombrosa cantidad de sermones que predicó sobre el tema de la oración. Spurgeon
fue un gran creyente y maestro de la oración ferviente dirigida por el Espíritu Santo. En sus
enseñanzas nos pinta con maestría cuadros bíblicos maravillosamente
instructivos sobre el tema de la oración.
Pues bien, hace más de un siglo que su voz resonó en el Tabernáculo Metropolitano
de Londres. Pero el tiempo no ha disminuido el poderoso efecto de las palabras
de Spurgeon. Yo lo invito a leer estas treinta meditaciones y a disfrutar en ellas la enseñanza de un
pastor agudo y confiable. Una cuidadosa labor de edición ha hecho más claro el
enfoque de estas lecturas que a la vez retienen su sabor auténtico y siempre actual.
DÍA 1
“Pidan, y se les dará;
busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá” Mateo 7:7
¡Que nuestra oración sea frecuente, persistente y abundante!
Ninguna otra actividad bajo el cielo produce mejores dividendos que la
oración persistente. Quien posee poder en la oración tiene a la mano todas las
cosas.
Pida en oración cualquier cosa que necesite, sin importar lo que sea. Si
esta es buena y correcta. Dios prometió una respuesta afirmativa a quien las
busca con sinceridad. Busque lo que perdió por la caída de Adán, y lo que ha
perdido por su propio descuido, su extravío, o su falta de oración. Pida hasta
que encuentre o reciba la gracia personal que necesita. Luego, llame a la
puerta. Si le falta ánimo, si carece de conocimiento, de esperanza, de Dios… entonces
llame a la puerta, y el Señor le abrirá.
Aquí necesita la intervención personal del Señor. Usted puede pedir, y
recibir, y recibir; buscar, y encontrar; pero usted no puede pedir, y recibir;
buscar, y encontrar; pero usted no puede tocar a la puerta y abrirla, el Señor mismo
tiene que abrirle, o se quedará afuera para siempre. Dios está listo para abrir
la puerta. No hay un querubín con fiera espada para guardar esta entrada. Por
el contrario, el mismo Señor Jesús abre, y nadie puede cerrar.
¿Teme que su pecado ha cerrado y trancado la puerta de la gracia divina? ¿Piensa
que sus sentimientos de desaliento, desánimo y condenación son los que la han
cerrado con seguro? Pues bien, eso no es cierto. La puerta de la provisión y la
gracia de nuestro Dios no tiene el cerrojo puesto, como usted cree. Aunque se
habla de ella a veces como si estuviera cerrada, en cierto sentido jamás lo ha
estado. En cualquier caso ella se abre fácilmente; sus bisagras no están
oxidadas, no hay pasadores ni cerrojos bloqueándola. El Señor la abre gustoso a
cualquier alma que llama. Está cerrada más en la percepción suya que en la
realidad. Tenga fe, y con coraje divino entre por ella en este mismo momento.
Y si le clamamos a Dios durante un tiempo, sin éxito aparente, eso nos
debe hacer más ferviente. David se describe a sí mismo como hundido en el lodo
cenagoso, cada vez más bajo hasta que, desde la profundidad, clamó al Señor y
finalmente fue sacado de ese horrible pozo de la desesperación y sus pies
fueron puestos sobre peña. Nuestros corazones necesitan ensancharse así. La
pala de la agonía está cavando las zanjas en donde se depositará el agua de
vida. Si las barcas de la oración no regresan a casa rápidamente es por que
vienen muy cargadas de bendiciones. Si su corazón está cargado y agobiado, aun
así usted puede cantar con gozo en el espíritu.
¡Jamás se deje dominar por el desánimo!
Señor Jesús, solo Tú puedes abrir la puerta a la cual yo estoy llamando. ¡Ábreme, Señor! Amén.
CHARLES SPURGEON -
(Devocional diario "LA ORACIÓN ")