jueves, 4 de septiembre de 2014

LA PREDESTINACIÓN 4 septiembre

LA PREDESTINACIÓN – LORAINE BOETTNER



La Confesión de Fe de Westminster, en la cual se exponen las doctrinas de las iglesias presbiterianas y de las reformadas, y que es la más perfecta expresión de la fe reformada, dice: "Dios desde la eternidad, por el santo y sabio consejo de su voluntad, ordenó libre e inaltera-blemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera que Dios no es ni el autor del pecado, ni hace violencia a la libertad de sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secun-darias, sino más bien las establece". Y más adelante dice, "Aunque Dios sabe todo lo que puede acontecer en toda clase de condición o contingencia que se pueda suponer, sin embargo, nada decretó porque lo proveía como por venir o como cosa que habría de suceder en condiciones dadas".


La doctrina de la predestinación presenta el propósito de Dios como absoluto e incondicional, independiente de toda la creación y originándose sólo en el eterno consejo de su voluntad. Presenta a Dios como el Rey exaltado y poderoso que ha determinado el curso de la naturaleza y que dirige el curso de la historia hasta en sus más mínimos detalles. El decreto divino es eterno, inmutable, santo, sabio, y soberano. Abarca no sólo el curso del mundo físico sino también todo evento de la historia humana desde la creación hasta el juicio, e incluye toda actividad de los santos y ángeles en el cielo y de los réprobos y demonios en el infierno. Abarca la extensión completa de la existencia de todas las criaturas a través del tiempo y la eternidad, e incluye a la vez todo lo que fue o será en sus causas, condiciones, sucesiones, y relaciones. Todo lo que existe fuera de Dios mismo es parte de este comprensivo decreto, ya que la existencia de todos los seres ha dependido y depende del poder creador y sustentador de Dios. Dicho decreto provee, además, la dirección providencial bajo la cual todas las cosas se apresuran hacia el fin determinado por Dios; siendo la meta, "Un evento divino lejano, hacia el cual toda la creación se
mueve".

Dado que la creación finita en toda su extensión existe como un medio a través del cual Dios manifiesta su gloria, y ya que depende de El en lo absoluto, jamás pudiera originar en sí misma condición alguna que limitara o frustrara la manifestación de dicha gloria. Desde la eternidad Dios se propuso hacer precisamente lo que está haciendo. El es el Gobernador soberano del universo y "el que hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?" (Daniel 4:35). El universo, por ser creación de Dios y por depender de Dios continuamente, está sujeto a su control en todas sus partes y en todo tiempo, y nada puede acontecer contrario a lo que Dios expresamente decreta o permite. Por consiguiente, el propósito eterno no es sino un acto de predestinación o preordinación soberana, no condicionado por ningún hecho o cambio en el tiempo; el propósito eterno es además la base de la presciencia divina de todos los eventos futuros, no condicionado por dicha presciencia o por cualquier cosa originada por los eventos mismos. (UNA EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA - CAPÍTULO 2)











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