viernes, 21 de noviembre de 2014

"EL PRINCIPIO REGULADOR DEL CULTO CRISTIANO" 20 noviembre

"EL PRINCIPIO REGULADOR DEL CULTO CRISTIANO" 
MARTIN SCHARENBERG  






En el presente trabajo, hemos querido redescubrir la relevancia y vigencia que tiene el Principio Regulador del Culto Cristiano (PRCC) para el establecimiento del verdadero culto a Dios.

A través del mismo creemos haber mostrado en forma clara que la comprensión de este tema fluye naturalmente a través de cinco doctrinas teológicas de fundamental importancia:

1. La doctrina reformada de Sola Scriptura, pues la revelación escrita de Dios debe ser nuestra única regla de fe y práctica.

2. La doctrina de Dios en relación al hombre, pues la grandeza de Dios nos mueve a adorarle y postrarnos a su voluntad perfecta.

3. La doctrina de la iglesia, pues la iglesia debe administrar la verdad de Dios, pero no debe obligar las conciencias de sus miembros.

4. La doctrina de la soberanía de Dios, pues él es el único que puede establecer cómo quiere ser adorado.

5. La doctrina del hombre y el pecado, pues el hombre ha sido corrompido de tal manera que no busca a Dios, sino que tiende siempre al pecado.

Juan Calvino nos regaló la hermosa realidad de un Dios que vive y late entre su pueblo, cuyo conocimiento profundo según él mismo ha querido revelarse, nos invita diariamente a postrarnos en amorosa adoración, motivados únicamente por quién es y qué ha hecho (origen de nuestra salvación). Esta es la base fundamental por la que la iglesia cristiana ha logrado permanecer y mantener su verdad a través de los siglos.

Los puritanos confirmaron la enseñanza apostólica redescubierta por Calvino, y se esforzaron por establecer un consenso y uniformidad en la adoración, sobre la bases de la Palabra de Dios. Exploraron los elementos, las circunstancias y las formas. En reglas generales lograron su propósito, aunque en algunas instancias pueden haber resultado más específicos que lo que el texto bíblico demanda.

La mayoría de los pensadores reformados, especialmente los puritanos, afirmaron la importancia de garantizar la libertad de conciencia de los creyentes, ya que nadie puede arrogarse el derecho, salvo Dios mismo, de obligar la conciencia del hombre. Las afrentas a la conciencia individual que proceden de un culto a Dios corrupto e indebido, son uno de los flagelos más tristes e injustos que vemos entre nuestras iglesias contemporáneas.

La simplicidad y el respeto reverencial en el culto a Dios se origina a partir del verdadero conocimiento de Dios. El desconocimiento de Dios únicamente produce autosuficiencia, altanería y división en su iglesia. (CAPÍTULO 12)










TRADUCCIÓN