EL PODER DEL EJEMPLO
Por Mark Dever
“El ejemplo no es la cosa principal de vida -es la única.-” A través de esa frase, el famoso misionero y autor, Albert Schweitzer, declaró claramente la importancia y poder del ejemplo. ¿Cuántos de los que estamos leyendo esto, hemos sido influidos por la vida poderosa de algún pastor, diácono u otro cristiano que observamos en nuestra juventud? Si menciono “un pastor fiel,” ¿la imagen de quién surge en tu mente? Si menciono “un cristiano fiel,” ¿en quién piensas?
Claro que la
declaración de Schweitzer es una sobredeclaración. Muchas otras cosas están
involucradas en una vida fiel, pero esas mismas se combinan en el ejemplo que
alguien se hace.
“Guiar” y “formar” parecen ser nuevos conceptos, pero no
lo son.
Parece por la manera en que Dios nos ha creado que esto ha estado en Su mente.
El hizo a los humanos a Su imagen. Debemos seguir Su ejemplo, e imitar Su
carácter. En la encarnación de Jesucristo, Dios vino en la carne de una forma
en que pudiéramos entender e identificarnos con Él, y, como dijo Pedro,
“dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas,” (1ª Pedro 2:21).
Nosotros también
llegamos a participar en este ministerio de dejar y seguir ejemplos. Dios ha
creado humanos para que nazcan y maduren en la compañía de otros humanos en la
familia. No somos auto-generados, ni aparecemos al instante como personas
maduras. Dios planeó que padres amables sean parte de la manera en que los
humanos crezcan.
También es la manera
usada por Dios para hacerse conocido en este mundo caído. En el Antiguo
Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes para ser un pueblo santo,
especial y distinto en el mundo. Iba a ser especial para que el mundo tuviera
una imagen de una sociedad que refleja el carácter de Dios -personificando sus
intereses y valores-. Cuando Dios le dijo a Su pueblo en Levítico 19 “Santos
seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios,” no hablaba solamente a una
persona, a Moisés o Aarón o Josué. Sin duda estaba hablando con ellos, pero
vemos en Lev. 19:1 que Dios específicamente instruyó a Moisés que diga esto a
la asamblea entera de Israel. Las leyes dadas por Él en ese momento tenían
mucho que ver con las relaciones, la equidad, la justicia, y las interacciones
sociales. Él demuestra que estas personas, al cuidarse entre ellos – a los
perdidos y a los menores, al extranjero
y al joven – demostrarían algo del carácter de su Creador justo y misericordioso.
El fracaso de Israel
en este ministerio de modelar a otros es una de las acusaciones centrales de
Dios contra la nación en el Antiguo Testamento. Así que en Ezequiel 5, el papel
de Israel se convierte en uno de instruir a las naciones a través de un ejemplo
negativo. Así dice el Señor DIOS: "Esta es Jerusalén; yo la coloqué en el
centro de las naciones y de los territorios a su alrededor. Te haré desolación
y oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los que pasen.
Y serás oprobio, escarnio, advertencia y objeto de horror para las naciones que
te rodean, cuando haga juicios contra ti con ira, furor y terribles
reprensiones. Yo, el SEÑOR, he hablado." (5:5, 14-15). Vez tras vez en
Ezequiel, Dios dice que hace lo que hace a la nación de Israel por amor de Su
nombre, es decir, para que se sepa la verdad sobre Él entre los pueblos del
mundo.
Este testigo para Sí mismo es lo que Dios también ha planeado para la iglesia en el Nuevo Testamento. En Juan 13, Jesús dijo que el mundo sabría que somos Sus discípulos por el amor de Cristo que tenemos los unos por los otros. Pablo escribió a la iglesia de Éfeso, “porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz,” (Efesios 5:8).
En nuestras vidas como cristianos, individualmente, y en efecto multiplicado en nuestras vidas juntos como iglesia, extendemos la luz de Dios de esperanza en este mundo oscuro y desesperado. A través de nuestras vidas como cristianos estamos enseñándonos unos a otros, y al mundo alrededor acerca de Dios. Si nos amamos, mostramos algo de cómo es amar a Dios. Y, por otro lado "el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (Iª Juan 4:20). En nuestra santidad, mostramos la santidad de Dios. Somos llamados a dar esperanza a la gente de que hay otra manera de vivir, en vez de las vidas de frustración egoísta que nuestras naturalezas caídas y el mundo alrededor nos animan seguir.
Este testigo para Sí mismo es lo que Dios también ha planeado para la iglesia en el Nuevo Testamento. En Juan 13, Jesús dijo que el mundo sabría que somos Sus discípulos por el amor de Cristo que tenemos los unos por los otros. Pablo escribió a la iglesia de Éfeso, “porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz,” (Efesios 5:8).
En nuestras vidas como cristianos, individualmente, y en efecto multiplicado en nuestras vidas juntos como iglesia, extendemos la luz de Dios de esperanza en este mundo oscuro y desesperado. A través de nuestras vidas como cristianos estamos enseñándonos unos a otros, y al mundo alrededor acerca de Dios. Si nos amamos, mostramos algo de cómo es amar a Dios. Y, por otro lado "el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (Iª Juan 4:20). En nuestra santidad, mostramos la santidad de Dios. Somos llamados a dar esperanza a la gente de que hay otra manera de vivir, en vez de las vidas de frustración egoísta que nuestras naturalezas caídas y el mundo alrededor nos animan seguir.
Pastores hermanos y diáconos, ¿qué le están enseñando
nuestras iglesias al mundo observante acerca de Dios? ¿Les estamos
enseñando que Dios se limita a nuestra raza? ¿Les estamos enseñando que Él
tolera el pecado y la infidelidad, las vidas egocéntricas de mezquindad y las
peleas? ¿Cúan seriamente hemos llevado a nuestra gente a tomar el gran papel y
privilegio que tenemos de ser la demostración pública, la ventana, la
publicidad, la página web del carácter de Dios para Su creación?
Qué privilegio
tremendo Él nos ha dado, y cuán poco parecemos considerarlo. Creemos que si
conseguimos más gente en nuestra iglesia, eso de alguna manera niega nuestra
responsabilidad hacia ellos quienes ya son nombrados como miembros. ¿Pero cómo
es el testimonio que cada uno de ellos provee ahora mismo? ¿Con cuántos de sus
malos testimonios ustedes deben lidiar para que la gente vea el buen testimonio
que Dios está proveyendo a través de aquellos que son verdaderamente
convertidos, y lo están demostrando?
En última instancia,
todo el ejercicio de disciplina eclesiástica no se trata de vindicación o
venganza. ¡Esos son casos para Dios, no para pecadores perdonados como nosotros
(Deuteronomio 32:35; Romanos 12:19)! Pero sí tenemos la responsabilidad de
presentarles un buen testimonio a otros de cómo es Dios. Debemos ser ejemplares
en nuestras vidas y comportamiento. ¿Te has dado cuenta de que en sus epístolas
pastorales, Pablo parece estar particularmente preocupado sobre la reputación
que tendría un diácono con los que están fuera de la iglesia? Aunque puede que
haya una cantidad de razones para esto, una ciertamente debe ser el papel
representativo del diácono de la iglesia al mundo. Esto, entonces, también es
cómo debe ser la iglesia entera. Esto es por lo que Pablo estuvo tan enojado en
Iª Corintios 5. ¿Has notado a quién exactamente le grita Pablo? No regaña al
hombre que estaba en la pecaminosa relación sexual; en su lugar, ¡reprende
marcadamente a la iglesia que tolera tal pecado entre sus miembros! Sabemos la
triste verdad de que algunos en nuestra congregación se mostrarán perdidos en
pecado, aunque hayan hecho una buena profesión al principio. Confiamos en que
al menos algunos de ellos se arrepentirán y volverán. Pero nunca esperamos que
la iglesia corporativamente incumpla su responsabilidad de representar bien a
Dios asociándose con la santidad y contra el pecado. Fue este asunto – muy
parecido al pecado de un Israel idólatra en el Antiguo Testamento – que era el
enfoque de la reprehensión clara de Pablo hacia la iglesia corintia.
Amigos, ¿qué diría el apóstol Pablo de tu iglesia y la
mía?
¿Cuánta falta de asistencia toleramos en el nombre del amor? ¿Cuántas
relaciones adúlteras o divorcios no bíblicos permitimos pasar sin comentario en
nuestras iglesias, que gritan al mundo, diciendo “no somos diferentes de
ellos”? ¿A cuántas personas divisivas permitimos rasgar la iglesia sobre
asuntos pequeños, o cuántos evangelios falsos dejamos que sean enseñados?
Querido hermano, si
tú estás leyendo esto como un pastor, un diácono, profesor o miembro de la
iglesia, piensa en la gran responsabilidad que tenemos. Considera cómo podemos
dar testimonio de Dios mejor ¿es pasando por alto el pecado en nuestro medio, o
trabajando para restaurar con cuidado a aquellos que están atrapados por el
pecado, como instruye Pablo en Gálatas 6:1? ¿Cuál refleja mejor al Dios que
adoramos? ¿Alguna vez la misericordia de Dios ofusca Su santidad en Su palabra?
¿Y sucede eso en Su iglesia? ¿Cuál es nuestra responsabilidad en este asunto?
Ten cuidado del
ejemplo que estás dando al mundo alrededor tuyo. Dios tiene un gran plan para
Su gente y para Su mundo; Él nos llama a mostrar eso por medio de nuestras
palabras y vidas. ¿Estás haciendo eso? Que Dios ayude a cada uno de nosotros a
ser fiel en este gran llamado.