EL ESPÍRITU SANTO – JOHN OWEN
Cuando Dios planeó la
gran obra de salvar pecadores, él proveyó dos dones. Él dio a su Hijo y él dio
a su Espíritu. De hecho cada Persona de la Trinidad se involucró en esta gran obra de salvación.
El amor, gracia y sabiduría del Padre la planeó; el amor, gracia y humildad del
Hijo la compró; y el amor, gracia y poder del Espíritu Santo capacitó a los
pecadores para creer y recibirla.
La primera gran verdad
en esta obra de salvación es que Dios envió a su Hijo para tomar nuestra
naturaleza en él y sufrir en ella por nosotros. La segunda grande verdad es que Dios dio a su Espíritu para traer a los
pecadores a la fe en Cristo y así ser salvos.
Cuando el Señor
Jesucristo estaba por dejar el mundo, el prometió enviar a su Espíritu Santo
para estar con sus discípulos (Jn. 14:16-18, 25-27; 15:26; 16: 5-15). Aunque
fue un gran privilegio el haber conocido a Cristo cuando vivió en la tierra, iba
a ser uno mucho mas grande el conocerlo revelado a nuestros corazones por el
Espíritu Santo (2 Co. 5:16)
Una gran obra del
Espíritu Santo es de convencer a los pecadores que el evangelio que les es
predicado es verdad y de Dios. Otra gran obra que él hace es de hacer santos a
los que creen al evangelio. (2 Co. 3:18)
Si el Espíritu Santo no
obra con el evangelio, entonces el evangelio viene a ser una letra muerta y el
Nuevo Testamento viene a ser tan inútil para los Cristianos así como el Antiguo
Testamento es para los Judíos (Is. 59:21). A consecuencia debemos darnos cuenta
que todo el bien espiritual que surge de la salvación es revelado y dado a
nosotros por el Espíritu Santo. Debemos también entender que todo lo que es
hecho en nosotros y todo lo que somos capacitados para hacer que es santo y
aceptable a Dios es por el Espíritu Santo obrando en nosotros y con nosotros.
Sin él no podemos hacer nada (Jn. 15:5).
Por el Espíritu Santo somos nacidos de nuevo, hechos santos y capacitados para
agradar a Dios en cada obra buena. Es en vista de la grandeza de esta obra
que la Escritura
nos advierte que el único pecado que no puede ser perdonado es la blasfemia
contra el Espíritu Santo (Mr. 3:28,29; Mt. 12:31, 32).
Por cuanto el
ministerio del Espíritu Santo es traer a los pecadores a creer en la sangre de
Cristo para perdón de pecados, si llevando esta obra acabo es menospreciado,
rechazado y blasfemado, entonces no puede haber perdón de pecados y no hay
salvación. Dios no tiene otro Hijo para ofrecerlo como otro sacrificio por el pecado.
La persona que menosprecia el sacrificio de Cristo no tiene otro sacrificio al cual
acudir (He. 10:27, 29; 1 Jn. 5:16). De la misma manera, Dios no tiene otro Espíritu
que nos capacite a recibir ese sacrificio y ser salvos. Así que el que menosprecia
y rechaza al Espíritu Santo no se le ha dado otro Espíritu que lo capacite a recibir
a Cristo y ser salvo. Es entonces vital, pues, aprender sobre el Espíritu Santo
y su obra. (CAPÍTULO 1: LA OBRA DEL
ESPÍRITU SANTO)