domingo, 26 de julio de 2015

SED LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO – JOHN STOTT 25 julio

SED LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO – JOHN STOTT







La vida cristiana es vida en el Espíritu. Todos los cristianos estamos de acuerdo en esto, felizmente. Sería imposible ser cristiano, y mucho menos vivir y crecer como cristianos, sin el ministerio del benigno Espíritu de Dios. A él le debemos todo lo que somos y tenemos como cristianos.

Todo creyente cristiano experimenta el Espíritu Santo desde los primeros momentos de su vida cristiana. Porque la vida cristiana comienza con un nuevo nacimiento, y este nuevo nacimiento es un nacimiento "del Espíritu" (Jn. 3: 3-8). El es "Espíritu de vida", y quien imparte vida a nuestros espíritus muertos. Más aún, él viene personalmente a morar en nosotros, y esta residencia interior del Espíritu es la posesión común de todos los hijos de Dios. ¿Es más correcto decir que Dios nos hace sus hijos y luego nos da su Espíritu, o que nos da su "Espíritu de adopción", quien nos convierte en hijos? La respuesta es que Pablo lo expresa de ambas maneras. Por un lado, "por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo" (Gá. 4:6). Por el otro, "todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción (Ro. 8:14-15).

El resultado es el mismo, lo miremos por donde lo miremos. Todos los que tienen el Espíritu de Dios son hijos de Dios, y todos los que son hijos de Dios tienen el Espíritu de Dios. Es imposible, hasta inconcebible, tener el Espíritu sin ser hijo o ser hijo sin tener el Espíritu... Una de las primeras y continuas tareas del Espíritu que mora en nosotros es aseguramos de nuestra condición de hijos, en especial cuando oramos. Cuando "clamamos: ¡Abba, Padre!" es "el Espírritu mismo" quien "da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Ro. 8:15-16; comp. Gá. 4:6). También ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios (Ro. 5:5). Pablo lo resume todo afirmando que "si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él" (Ro. 8:9; comp. Judas 19).

Es de considerable importancia todo este pasaje de Romanos 8 porque demuestra que a los ojos de Pablo estar "en Cristo" y "en el Espíritu", el tener "el Espíritu... en vosotros" y "Cristo... en vosotros" es todo una misma cosa, son expresiones sinónimas. Nadie puede tener a Cristo, pues, sin tener el Espíritu. En la plática del Aposento Alto, Jesús mismo lo aclaró al no diferenciar, entre la venida a nosotros de las tres personas de la Trinidad. Dijo: "vendré", "vendremos" (Padre e Hijo) y "el Ayudador (Consolador, Intercesor)... vendrá" (Jn. 14:18-23; 16:7-8 BLA).

Una vez que ha venido a nosotros, estableciendo su residencia en nosotros y haciendo de nuestro cuerpo su templo (1 Co. 6:19-20), comienza su tarea de santificación. Dicho en forma concisa, su ministerio es tanto el de revelarnos a Cristo como el de formar a Cristo en nosotros, a fin de que crezcamos constantemente en nuestro conocimiento de Cristo y en nuestra semejanza a él (Ver Ef. 1:17; Gá. 4:19; 2 Co. 3:18). Los malos deseos de nuestra naturaleza caída son refrenados y se produce el buen fruto del Espíritu por el poder del Espíritu que reside en nosotros (Gá. 5:16-25).

Por otra parte, no es propiedad individual que ministra solamente al cristiano en particular. También nos une al cuerpo de Cristo, la iglesia, de tal manera que la comunión cristiana es "comunión del Espíritu", y la adoración cristiana es adoración por o "en el Espíritu de Dios" (Fil. 2:1; 3:3 BLA). El es también quien, a través de nosotros, procura alcanzar a otros, incitándonos a testificar por Cristo y equipándonos con dones para el servicio al cual nos llama. Se nos dice de él, además, que es la "garantía de nuestra herencia" (Ef. 1:13,14 BLA), porque su presencia en nosotros es a la vez prenda y goce anticipado del cielo. Y en aquel día postrero será él quien "vivificará nuestros cuerpos mortales" (Ro. 8:11).

Debería bastar este repaso rápido de sus actividades principales en las vivencias del cristiano para demostrar que dependemos de la obra del Espíritu Santo desde el comienzo hasta el fin de nuestra vida cristiana; dependemos de aquel Espíritu, escribe Pablo, que nos fue dado (Ro. 5:5). Creo y espero que todos los cristianos estemos de acuerdo en esto. (CAP. I - LA PROMESA DEL ESPÍRITU)












TRADUCCIÓN