lunes, 1 de septiembre de 2014

La vid 1 septiembre

ANDREW MURRAY - LA VID VERDADERA






«...el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de este misterio…; que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.»  (Colosenses 1:26, 27)


La parábola más extensa de Jesucristo no fue la del Hijo Pródigo, como generalmente se supone. Esta fue rica en detalles, así como lo fue la del Sembrador por su gráfica división en cuatro partes; pero el último discurso de Jesús de Juan 15:1-16 ha sido llamado por muchos exégetas «La última parábola de Jesús».

Como tal puede ser comentada en bloque en un solo sermón.* Pero el libro del famosísimo clásico evangélico Andrew Murray «THE TRUE VINE» (LA VID VERDADERA) son 31 meditaciones, condensadas como mensajes devocionales diarios, con aplicaciones directas al alma del lector.

Esta extraordinaria parábola de Jesucristo no es un solo mensaje sobre un solo tema significativo, como son la mayoría de las parábolas: la del Hijo Pródigo, para ilustrar el amor perdonador de Dios; la del Sembrador, para hacer énfasis en los diversos resultados de la aplicación del Evangelio en el mundo; las parábolas de las minas y de los talentos, para darnos a conocer la diversidad de recompensas y la justicia con que serán otorgadas en el Reino de los Cielos.

El discurso del Señor Jesucristo, consignado en el capítulo 14 del Evangelio de Juan, puede ser considerado como una parábola tan rica en significado, que cada uno de sus versículos abarca una lección práctica diferente sobre la vida cristiana, y cada una de sus frases puede ser comentada con gran provecho espiritual desde este punto de vista. Alguien ha dicho que si no tuviéramos otra prueba de la inspiración verbal de la Sagrada Escritura, bastaría este botón de muestra para demostrarlo.

Y fue la última de sus parábolas en un evangelio que no contiene parábolas del modo sencillo en que están expuestas en los otros evangelios con la común introducción de: «El Reino de los Cielos es semejante a...»; ésta es una parábola, no para los oyentes comunes del pueblo judío, que las escuchaban con oídos torpes para entender, sino que es una parábola para los doce discípulos que ocuparon el Cenáculo en la última noche de la Pasión y estaban ya al final de su aprendizaje como discípulos del Señor. Por esto es la más profunda de las parábolas y la más rica en diversos significados.

El comentario de Andrew Murray es un rico arsenal de pensamientos edificantes que estamos seguros será de gran bendición espiritual para toda clase de lectores como meditación devocional, así como para los predicadores y pastores que lo utilicen como punto de partida para preparar sermones propios sobre tan rico pasaje de la Sagrada Escritura. (PRÓLOGO)


DIA 1





“Yo soy la vid verdadera.” Juan 15:1


TODAS LAS COSAS TERRENAS son sombras de las realidades celestiales; la expresión, en formas creadas y visibles, de la invisible gloria de Dios. La Vida y la Verdad están en el Cielo; en la Tierra tenemos figuras y sombras de las verdades celestiales. Cuando Jesús dice: «Yo soy la Vid verdadera», nos dice que todas las vidas de la Tierra son figuras y emblemas de El mismo. El es la divina realidad, de la cual las vides son una expresión creada. Todas ellas indican a Jesús, predican a Jesús, revelan a Jesús. Si quieres conocer nuestra relación con Jesús, estudia lo que ocurre en la vid.

¡Cuántos somos los que hemos admirado una gran parra o una cepa llena de hermoso fruto! Ven y contemplemos la vid celestial hasta que tus ojos se aparten de todo lo demás para admirarle a EL ¡Cuántos en un clima soleado se han sentado y descansado bajo la sombra de una parra! Ven y estate quieto bajo la sombra de la verdadera Vid, y descansa bajo sus ramas del calor del día. ¡Cuántos se han gozado del fruto de la vid! Ven, toma y come el fruto celestial de la verdadera vid, y deja que tu alma diga: «Me senté bajo su sombra con deleite, y su fruto fue dulce a mi paladar.»

Yo soy la vid verdadera. — Esto es un misterio celestial. La vid terrena puede enseñarnos mucho acerca de esta Vid de los Cielos. Hay muchos puntos de comparaciones hermosas e interesantes, que nos ayudan a obtener conceptos claros de lo que quería decir Cristo. Pero estos pensamientos no nos enseñan a conocer lo que es la Vid celestial realmente, su sombra fresca, su fruto sabroso. La experiencia de esta parte del misterio oculto puede ser comunicada e impartida sólo por Jesús mismo, por medio de su Santo Espíritu.

Yo soy la vid verdadera. — La vid es el Señor vivo, que habla El mismo, y da y obra todo lo que tiene para nosotros. Si quieres conocer el significado y poder de esta palabra, no creas que lo vas a encontrar pensando o estudiando; esto puede ayudarte a ver lo que debes obtener de Él para despertar el deseo, esperanza y oración, pero no te pueden mostrar la Vid. Jesús sólo puede revelarse a sí mismo. El da su Santo Espíritu y abre los ojos para contemplarle, abre el corazón para recibirle. El mismo debe pronunciar las palabras para ti y para mí.

Yo soy la vid verdadera. — Y ¿qué es lo que debo hacer si quiero que este misterio, con toda su belleza y bendición celestiales, se abra para mí? Con lo que ya sabes de la parábola, inclínate y permanece quieto, adora y espera hasta que la divina Palabra entre en tu corazón y sientas su presencia contigo y en ti. La sombra de su santo amor te dará la perfecta calma y sosiego de saber lo que la Vid hará por ti.

Yo soy la vid verdadera. — El que habla es Dios, en su infinito poder capaz de entrar en ti. Es, también, un hombre, uno con nosotros. Es el Crucificado, el que nos ganó una justicia perfecta y una vida divina por medio de su muerte. El es el glorificado, que desde el trono nos envía su Santo Espíritu para hacer su presencia real y verdadera. El habla; escucha, no sólo sus palabras, sino a El mismo cuando te susurra secretamente cada día: »¡Yo soy la Vid verdadera! Todo lo que la Vid puede ser para la rama, El quiere serlo para ti.»

ORACIÓN. Santo Jesús, Vid celestial plantada por Dios mismo, te ruego que te reveles en mi alma. Que tu Santo Espíritu me dé a conocer todo lo que Tú, el Hijo de Dios, eres para mí como vid verdadera, no sólo en el intelecto, sino en la experiencia.




A. MURRAY (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN