“Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro
para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” 2ª Corintios 4:7 (Leer: Jeremías
18:1-10)
En el libro de
Jeremías se nos cuenta sobre cómo este profeta aprendió un atributo de Dios en
la casa del alfarero (Jer. 18:1-10). El relato nos habla de un alfarero que
estaba trabajando con su rueda, dándole forma a una vasija con sus manos; de
repente algo salió mal, quizás por alguna impureza del material, o por un
impulso mal realizado. Pero esto no lo deprimió, no desechó la pieza que estaba
formando, por el contrario, volvió a amasar la arcilla, y muy pronto lo que
estaba defectuoso se convirtió en una maravillosa vasija funcional.
Esta es una
hermosa ilustración sobre cómo trabaja el Señor en nuestras vidas. Él
continuamente está moldeando a los suyos, toma el material imperfecto del que
estamos hechos y lo convierte en una nueva creación.
Existe otra
característica en este atributo divino que se nos enseña muy bien en esta
historia, y tiene que ver con el alfarero, quien debe estar dispuesto a meter
las manos en el barro. Dios está
totalmente involucrado con su creación y por supuesto contigo. Dios no está
alejado, está muy cerca de tu vida, sus manos se entrelazan en tu camino. Él
sabía que necesitabas ser rescatado de tus pecados, y fue por eso que envió a
su Hijo, para dar su vida por ti (Juan 3:16; Tito 2:14).
Cuando
aceptamos su perdón y nos arrepentimos de nuestra equivocada manera de vivir,
Dios nos convierte en nuevas criaturas (2ª Cor. 5:17) y nos da forma con el fin
de que cada día seamos más parecidos a Jesús (Rom. 8:29).
1. Dios es nuestro Alfarero, y cuando nos
sometemos a sus manos creadoras, reflejamos su maravillosa creatividad.
2. Dale tu vida a Dios, pues Él puede
hacer con ella más que tú.
MD/HG -
(DEVOCIONAL DIARIO “MI DEVOCIONAL”)