“Todas las veces que coman este pan y beban esta
copa, anuncian la muerte del Señor, hasta que él venga.” 1ª Cor 11:26 (Leer: Génesis
50:22-26; 1ª Corintios 11:23-26)
Podemos estar
confiados de que así como Dios nos ha cuidado en el pasado, así hará también en
el futuro, esto fue lo que experimentó el pueblo de Israel mientras viajaba de
Egipto hacia su destino final en la Tierra Prometida.
Al leer el
último capítulo de Génesis nos encontramos con la historia de la muerte del
soñador, quien en su lecho de muerte hizo que sus familiares le juraran que
iban a llevar sus huesos a la tierra que Dios le había prometido a su bisabuelo
Abraham (Gén. 50:24-26).
Y es que desde
su entrada en Egipto (Gén. 47:9) y hasta su salida de esas tierras (Ex.12:41),
Moisés llevó consigo los huesos de José (Ex. 13:19).
Durante los siguientes 40 años, el pueblo llevó el
Arca con las tablas de la ley y el ataúd con los huesos de José. Los huesos les servían como un recordatorio
de su ayer y el Arca les señalaba su esperanzador futuro, ya que las tablas de
la ley, eran tan sólo un anticipo de la relación que iban a tener con el Señor
en tierra prometida. Tanto el Arca, como el ataúd eran recordatorios de que
Dios les estaba guiando; la seguridad y la esperanza iban juntas.
Hoy como pueblo
de Dios, podemos tener esa misma perspectiva cuando nos reunimos para celebrar
la cena del Señor. Recordamos con seguridad que Jesús murió por nosotros (1ª
Cor. 11:23-25) y anhelamos su regreso, con plena confianza en nuestros
corazones (1ª Cor. 11:26).
1. Tenemos una esperanza viva que nos
ayuda en la medida que vivamos cada día con Él.
2. Al recordar la muerte de Cristo,
estamos reafirmando nuestra esperanza en Él.
MD/HG -
(DEV. PROVERBIOS: “SABIDURÍA DIVINA PARA LA VIDA DIARIA”)