“el amor no es jactancioso” 1ª Corintios 13:4
La mayoría de
nosotros rehúye a las personas que tienen un punto de vista inflado de sí
mismos o se colocan en el centro de cada conversación. Sin embargo, quizá tú
también luchas con la tentación de pasar la mayor parte de tus conversaciones
hablando de ti mismo. Aun cuando tú nunca te jactarías abiertamente, ¿puede que
a veces, secretamente resientas a otros por no reconocer tus logros? Esa es la
sutileza del orgullo.
Jactarse
siempre viola al amor porque busca exaltarse a sí mismo a expensas de otros,
haciéndose ver bien a sí mismo mientras hace ver a los demás como inferiores.
Lamentablemente, la jactancia existe aún en la iglesia. Es por ello que Pablo
nos exhorta: “que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino
que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a
cada uno” (Rom 12:3). El contexto de esa declaración son los dones
espirituales, los cuales pueden llevarnos al orgullo si no se rigen por la
humildad y el amor.
Los Corintios eran presumidos espirituales, cada
uno compi-tiendo por la atención y el protagonismo. Por lo tanto
sus servicios de adoración eran caóticos. 1ª Cor 14:26 dice “¿Qué hay, pues,
hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina,
tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación”. Al parecer todos estaban
expresando sus dones espirituales al mismo tiempo sin ningún respeto por nadie.
Por ello Pablo concluye “Hágase todo para edificación”
Su falta de
amor era obvia porque la gente que verdaderamente ama a otros no se exalta a sí
misma. Ellos consideran a otros como superiores a ellos mismos, así como Cristo
lo hizo cuando se humilló a Sí mismo y murió por nuestros pecados (Filip 2:3-8).
Jactarnos de
nuestros dones espirituales es absurdo porque no hicimos nada para ganarlos.
Ellos no reflejan nuestras capacidades, reflejan la gracia de Dios. Por ello
Pablo dijo a los corintios “¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo
recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? (1ª Cor 4:7).
Eso aplica a capacidades físicas al igual que a capacidades espirituales. Todo
lo que tienes es un regalo de Dios. Por
lo tanto, el que se gloría, gloríese en el Señor (1ª Cor 1:31).
JOHN MACARTHUR - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL
MUNDO")