Cuando hablo de
una confianza total en Cristo, me refiero no sólo a su poder para salvar sino
también a su poder para mantener. Tenemos que confiar que su Espíritu nos
guardará y nos hará conforme a la semejanza de Cristo.
En un momento,
estabas descartado, separado de Dios por obras perversas. ¿Qué buena obra
hiciste para arreglar las cosas con él? ¡Ninguna! Nadie ha sido capaz de
hacerse santo o de mantenerse santo. Somos llevados a la santidad de Cristo
sólo por la fe, al confiar en lo que dice la Palabra de Dios: “Si estás en
Cristo, eres santo como él es santo”.
“Y a vosotros también, que erais en otro
tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e
irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la
fe” (Colosenses 1:21-23).
Ten en cuenta
la frase: “Si permanecéis fundados y firmes en la fe”. Jesús está diciendo:
“Continúa confiando en mí, viviendo por fe. Te presentaré como limpio, sin
mancha, santo delante del Padre”.
Amados, esta es
toda la obra santificadora del Espíritu Santo. A medida que el Espíritu te da
el poder para hacer morir las obras de la carne, él te guiará a través de su
convicción.
No hay grados de santidad, sólo grados de madurez
en Cristo. Tú puedes ser un cristiano nuevo y aun así ser absolutamente santo en
Jesús. ¡Entonces no compares! Es una tontería medirte con alguien a quien tú
consideras “santo”. Todos somos medidos por un estándar, la santidad de Cristo.
Y si estamos en él, su santidad es nuestra en igual medida.
Nunca más mires
a otro líder cristiano y digas: “¡Ojalá yo fuera tan santo como él es!” Es
posible que no tengas la disciplina de esa persona o su vida de oración y que
puedas luchar con más frecuencia que él. Pero él no es más aceptado por el
Padre que tú.
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)