“¡Oh, cuánto amo yo tu
ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos
con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis
enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los
viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino
contuve mis pies, Para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, Porque
tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a
mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he
aborrecido todo camino de mentira.” Salmo 119:97-104
Apenas te has
acomodado en tu asiento cuando la maestra deja caer la bomba:
—Niños, tengo que
tener un registro de quiénes completaron la tarea de lectura de la semana
pasada. Pasen esta hoja de papel, cada uno firme su nombre y ponga sí o no,
según haya completado la tarea. Luego les daré la calificación correspondiente.
¡Ay, cabeza hueca! te reprochas. Tendría que haber
terminado de leer el libro el viernes en lugar de andar vagueando después de
clase. ¡Ahora sí que estoy frito!
Te domina el pánico. Se te hace un nudo en el estómago. Eh, yo me leí más de la mitad del libro. Podría escribir sí, argumentas contigo
mismo. Y sé cómo termina la historia, así que eso equivale a leerla. Además, he
leído más que la mayoría de los chicos que están poniendo "sí".
De pronto, la hoja aterriza en tu escritorio. La firmas,
luego vacilas ante el espacio donde tienes que escribir sí o no. ¿Qué
escribirás?
¿Qué harías tú en una situación similar? ¿De qué manera
determinarías qué hacer?
Nos encontramos ante decisiones similares todos los días.
Seguro, decidir entre el bien y el mal es muy simple si la decisión es entre
robar un disco compacto o ahorrar dinero para comprar uno. Pero, ¿cómo podemos decidirnos cuando la línea entre el bien y el mal
es borrosa?
Los mandatos de Dios son imprescindibles para obtener el
discernimiento y la orientación que necesitas ante las decisiones
desconcertantes que te toca tomar. Y un modo de poner en práctica la Palabra de
Dios cuando tienes que tomar decisiones difíciles es un proceso que puedes
recordar como las cuatro "C". Funciona así:
C-1: Considera las opciones. Cada decisión es una oportunidad para
escoger la voluntad de Dios o la tuya. ¿Cuál, exactamente, es la decisión que
debes tomar?
C-2: Compárala con Dios. ¿Hay en la Biblia algún mandato concreto que
te indica qué hacer en esta situación? ¿Algún principio claro? ¿Es el carácter
de Dios una indicación de lo que debes hacer? ¿Cómo es Dios? ¿Qué haría él?
C-3: Comprométete con la voluntad de Dios. Determina hacer lo que Dios y
su Palabra te indican que hagas. Sin excepciones. Sin excusas. Comprométete y
sé fiel a tu compromiso.
C-4: Cuenta con la protección y los recursos de Dios. Que Dios te
cuide no significa que todo será color de rosa. Pero vivir según la voluntad de
Dios brinda amplias bendiciones espirituales, como la libertad del sentimiento
de culpa y la bendición de Dios sobre tu vida.
La próxima vez que te preguntes cuál es la opción buena o
cuál es la mala en alguna decisión que tengas que tomar, recuerda las cuatro
"C". ¡Siguiendo el proceso de las cuatro "C" podrás saber
claramente lo que Dios quiere que hagas!
JOSH MCDOWELL - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO")
JOSH MCDOWELL - (DEV. "VIDA NUEVA PARA EL MUNDO")