“Quien tiene... hijos... Dios lo ha bendecido”
(Salmo 127:5 TLA)
Consideremos
otros dos estereotipos acerca de la educación de los hijos:
1) Los buenos padres siempre crían hijos buenos. ¡No estaría
mal! Pero no es así. Incluso cuando haces todo a la perfección, tus hijos toman
sus propias decisiones en la vida. Caín y Abel fueron educados en la misma casa
y por los mismos padres, pero las acciones de Abel agradaron a Dios, mientras
que las de Caín lo llevaron a cometer el primer asesinato de la historia. Ni
siquiera los padres modelo pueden controlar las decisiones que acaban tomando
sus hijos. Eso no significa, en absoluto, que inculcarles valores cristianos
sea en vano. Quiere decir que cuando hayas hecho lo que está en tu mano,
deberías:
a) reconocer y aceptar tus límites;
b) impartir sabiduría a tus hijos,
dejándoles que carguen con las consecuencias de sus decisiones;
c) confiarle a Dios lo que tú no puedes
hacer. Unos hijos captan el mensaje rápido, otros, como el hijo pródigo, dan
rodeos, pero Dios nunca los da por perdidos, ni tú tampoco deberías.
2) Los buenos padres educan a todos sus hijos de la
misma manera. La Biblia dice: “Enseña al niño el camino en que debe
andar...” (Proverbios 22:6 LBLA). Cada niño viene programado con necesidades y
capacidades únicas y los padres sabios las reconocen y tratan con esas
características individuales. Tu responsabilidad no consiste en convertir a tus
hijos en “niños perfectos”, sino en descubrir el patrón distintivo que Dios
puso en cada uno e intentar desarrollar ese patrón. La recompensa que Dios
promete a tales padres es que “cuando [el hijo] sea viejo no se apartará de él
[el camino]”, (v. 6 LBLA) a pesar de los rodeos que tal vez tengan que dar.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")