“En cuanto al pecado, por cuanto no creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme, y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.” Juan 16:9-11
El pecado del cual el Espíritu Santo convencerá a la gente es el de su incredulidad en Jesucristo, no del incontable número de los demás pecados de la lista. Este fue el pecado del cual el Santo Espíritu convenció a las tres mil personas el día de Pentecostés (Hechos 2:36-37). Cuando se dieron cuenta que habían rechazado a Cristo, sus corazones fueron “profundamente conmovidos”. Este es el terrible pecado del cual es más difícil convencer a los hombres orgullosos y arrogantes. Pero cuando el Espíritu de Dios llega a una persona, no mira su incredulidad en Jesucristo como una marca de su superioridad intelectual o una excusa para una inherente incapacidad de creer. Quizá rechace con amargura su deshonestidad, o su impureza, o cualquier otro pecado del cual sea culpable, pero ahora siente que el más horripilante de todos es rechazar al glorioso Hijo de Dios.
El Espíritu Santo también convence al mundo de justicia; no de nuestra justicia, porque no tenemos ninguna, sino de la justicia de Cristo Jesús, de la cual es testigo su resurrección de entre los muertos y su ascensión al Padre. El pecador convicto necesita ver la justicia que Dios ha provisto para él en Cristo, y solo el Espíritu Santo puede traérsela.
La tercera cosa de la cual el Espíritu Santo convence a la gente es de juicio, del cual es testigo el juicio del príncipe de este mundo, el diablo. Quizá no ha existido jamás un solo día en toda la historia de la iglesia en que el mundo haya estado más necesitado de convicción de juicio que el día de hoy. El hombre promedio casi no tiene conocimiento de un futuro juicio, y de un futuro horroroso infierno. Solo el Espíritu Santo puede proveer esta revelación de la infinita gloria y majestad de Jesucristo, y una adecuada revelación de lo horrible del pecado y del futuro y eterno destino de quienes no acepten a Jesucristo.
ORACIÓN. Señor Jesús, si un derramamiento de tu Espíritu, este mundo permanecerá ciego al pecado, a la justicia y al juicio. En la mayoría de los lugares, nunca se reflexiona sobre estas tres cosas, o si se hace alguna vez, se les olvida con altivez. Brilla sobre tu iglesia con poder y verdad. Amén.
R. A. TORREY (Devocional diario “EL ESPÍRITU SANTO”)