DECISIONES TRASCENDENTES DE CADA DÍA
Por Max Lucado
Todo está en
silencio. Es temprano. Mi café está caliente. El cielo aún está negro. El mundo
sigue durmiendo. El día se aproxima. En pocos momentos llegará el día. Se
acercará rugiendo por la vía al levantarse el sol. La quietud de la madrugada
se tornará en el ruido del día. La calma de la soledad se reemplazará por el
golpeteo rítmico del paso de la raza humana. El refugio de la temprana mañana
lo invadirá las decisiones que deban tomarse y las obligaciones que deban
cumplirse. Durante las próximas doce horas quedaré expuesto a las exigencias
del día. Ahora es el momento en que debo tomar una decisión. Por causa del
Calvario, tengo la libertad de decidir. Así que decido:
-Soy un ser espiritual. Luego de que haya muerto este cuerpo,
mi espíritu remontará vuelo. Me niego a permitir que lo que se va a pudrir
gobierne lo eterno.
-Elijo el amor. Ninguna ocasión justifica el odio; ninguna
injusticia autoriza la amargura. Hoy amaré a Dios y lo que Dios ama.
-Elijo el gozo. Invitaré a mi Dios para ser el Dios de la
circunstancia. Rehusaré la tentación de ser cínico… la herramienta del pensador
perezoso. Rehusaré considerar a las personas como menos que seres humanos,
creados por Dios. Rehusaré ver en los problemas algo menos que una oportunidad
de ver a Dios.
-Elijo la paz. Viviré habiendo sido perdonado. Perdonaré
para que pueda vivir.
-Elijo la paciencia. Pasaré por alto los inconvenientes
del mundo. En lugar de quejarme porque la espera es demasiado larga, agradeceré
a Dios por un momento para orar. En lugar de cerrar mi puño ante nuevas tareas
asignadas, las encararé con gozo y valor…
-Elijo la amabilidad. Seré amable con los pobres, pues
están solos. Amable con los ricos, pues tienen temor. Y amable con los
malvados, pues de tal manera me ha tratado Dios.
-Elijo la bondad. Prefiero estar sin un dólar antes que
aceptar uno de manera deshonesta. Prefiero ser ignorado antes que jactarme.
Prefiero confesar antes que acusar. Elijo la bondad.
-Elijo la fidelidad. Hoy guardaré mis promesas. Mis
acreedores no se lamentarán de su confianza. Mis asociados no cuestionarán mi
palabra. Mi esposa no cuestionará mi amor. Y mis hijos nunca tendrán temor de
que su padre no regrese a casa.
-Elijo la mansedumbre. Nada se gana por la fuerza. Elijo ser
manso. Si levanto mi voz que sólo sea en alabanza. Si cierro mi puño, que sólo
sea en oración. Si hago exigencias que sólo sean a mí mismo.
-Elijo el dominio propio. Sólo me emborracharé
de gozo. Solo me apasionará mi fe. Sólo Dios ejercerá influencia sobre mí. Sólo
Cristo me enseñará.
Amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. A estos
encomiendo mi día. Si tengo éxito, daré gracias. Si fallo, buscaré Su gracia. Y
luego, cuando este día haya acabado, pondré mi cabeza sobre mi almohada y
descansaré.