"MUCHO SE ALEGRARÁ EL PADRE [Y LA MADRE] DEL
JUSTO..." (Proverbios 23:24)
Las tareas más duras
son a veces las menos valoradas. Un hombre volvió del trabajo un día y encontró
su casa en un caos absoluto. Había ropa tirada por el suelo, la pila estaba
llena de platos y vasos sucios, los niños llorando, las camas sin hacer, el
baño olía mal y el televisor estaba a todo volumen. Cuando el hombre le
preguntó a su mujer la razón del caos, ella dijo: “Ya sabes como me preguntas
todas las noches qué he hecho en todo el día; bueno, ¡pues hoy no lo hice!' Si
eres un padre o madre que se queda en casa, para Dios tu trabajo es sumamente
importante. De hecho, tiene más repercusiones futuras que cualquier otro, pues
con él estás determinando el calibre de la generación venidera. Decía Martín Lutero: "Lo que haces en
casa tiene tanto valor como si lo hicieras en el cielo para el Señor".
Un día Dios dirá
"Muy bien", a los padres que se quedaron en casa a cuidar de los
hijos -bañarlos, alimentarlos, limpiar lo que manchan- porque Él veía también
cuando estaban cansados de hacer siempre lo mismo y pensaban que nadie lo
valoraba. Hay alguien que lo ve y lo valora, alguien que lo tiene en cuenta;
¡tu trabajo merece la pena! Tú eres el que das significado al trabajo, y no al
contrario. Cuando descubres los dones que Dios te ha dado y los anhelos de tu
corazón, y sirves para inculcar a los hijos los valores en los que crees,
entonces estás "trabajando para Dios", en el sentido más estricto.
Por lo tanto, pídele al Señor cada día que te ayude en esa labor. Y procura
identificar su verdadero propósito, lo que hace de ésta un auténtico
"llamado".
"Por amor de Sión no callaré y por amor de Jerusalén
no descansaré... hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en
la Tierra..." (Isaías 62:1,7)
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional Diario "LA PALABRA
PARA HOY"