“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión
de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a
otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de
congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto
más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Hebreos 10:23-25
Un hombre llamado Lou Joline, del estado de
Missouri, Estados Unidos, comenzó a correr regularmente cuando tenía poco más
de cuarenta años. En el 2006,
a los 70 años, era el presidente del club de corredores
de Kansas City y había corrido más de 100 maratones en 42 estados diferentes.
Por muchos años ha sido considerado como una de las cinco personas mayores de
50 años “en mejor forma física” en los Estados Unidos. Sin lugar a dudas ha
sido un logro extraordinario de su parte, pero él mismo ha declarado que le
hubiera resultado imposible hacerlo solo. Él lo ha logrado con la ayuda de los
miembros de tres clubes de corredores a los que pertenece. Producto de su
experiencia, Joline exhorta a las personas a las que les resulta difícil hacer
ejercicios que lo conviertan en un evento social. Dice él: “Únete a un grupo.
Si tus amigos lo hacen, tú también lo harás.”
No solamente podemos aplicar este concepto al
ejercicio físico, sino también al ejercicio espiritual. Muchos de nosotros
creemos que solos podemos crecer espiritualmente. Sin embargo si queremos estar
en buena forma en nuestra fe nos necesitamos unos a otros. Fuimos creados para
vivir en comunión con Dios y entre nosotros. No estamos preparados para vivir
aislados del resto del mundo, aunque algunos prefieren vivir en soledad sin
ninguna relación con los demás. Estas
personas, generalmente, son muy infelices y sus vidas carecen del más mínimo
significado.
Nuestro Creador, conociendo las
características más íntimas de nuestra naturaleza, nos exhorta por medio de su
palabra a mantenernos unidos como un cuerpo que somos y a apoyarnos unos a
otros en momentos de dificultad. El apóstol Pablo escribe en su carta a los
efesios: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la
vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar
la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como
fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación.” (Efesios
4:1-4).
Y en Gálatas 6:1-2, Pablo escribe: “Hermanos,
si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que
tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y
cumplid así la ley de Cristo.” La “ley de Cristo” se cumple cuando su carácter
se refleja en nuestras vidas, cuando su amor se manifiesta en nuestras obras,
cuando somos capaces de sacrificarnos por nuestros hermanos y compartir sus cargas en los momentos
difíciles y disfrutar junto a ellos los momentos de felicidad, como dice
Romanos 12:15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.” Cada
iglesia local es una representación del cuerpo de Cristo. Así lo expresa Pablo
en su primera carta a los corintios: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo,
y miembros cada uno en particular.” (1ª Corintios 12:27). Por tanto, la iglesia
es más que una organización; es un organismo vivo que manifiesta a Cristo al
mundo.
El pasaje de hoy nos exhorta a estimularnos
unos a otros al amor y a las buenas obras, y a que no dejemos de congregarnos.
¿Estás involucrado en una iglesia local? ¿Asistes a algún grupo pequeño de
estudio bíblico? ¿Tienes un amigo o amiga con quien puedas hablar francamente y
orar?
Si la respuesta a alguna o algunas de estas
preguntas es “no”, debes considerar que necesitas ampliar tus oportunidades de
comunión con otros creyentes. No olvides que formas parte del cuerpo de Cristo,
que es la iglesia, y que como miembro tienes una función, la cual no puedes
llevar a cabo separado del cuerpo.
ORACIÓN. Padre
amado, te ruego me ayudes a seguir al pie de la letra las instrucciones de tu
palabra. Capacítame para vivir en íntima comunión contigo y con mis hermanos en
la fe, de manera que yo pueda ejercer plenamente mi función como miembro de
este cuerpo. Por Cristo Jesús te lo pido, Amén.
ENRIQUE
SANZ – (DEVOCIONAL DIARIO “DIOS TE HABLA”)