“Aquel
día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente;
y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les
habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a
sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y
vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha
tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el
sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos
crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a
ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír,
oiga.” Mateo 13:1-9
A veces nos preguntamos: "¿Cómo es
posible que tantas personas en la iglesia escuchen el mismo mensaje y que el
resultado sean tantas actitudes diferentes?" A lo mejor alguien no está
prestando atención concentrado en sus propios problemas. Quizás otro escuchó el
mensaje pero dedujo: "¡Qué bien le hubiera venido a fulano escuchar este
sermón!" En lugar de aplicarlo a su propia vida. Posiblemente otro pensó:
"Dios mío, no quiero tratar con esto por ahora. No siento que puedo hacer
un compromiso contigo en estos momentos." Por último, otro oró mientras
escuchaba la Palabra, diciendo: "Señor, muéstrame cómo aplicar este
principio a mi vida."
Estas diferentes actitudes dependen de la
clase de "terreno" en el que cae la semilla de la palabra de Dios, es
decir el corazón de cada persona. La semilla es la misma pero es el tipo de
terreno lo que determina los resultados de la siembra. En el pasaje de hoy
Jesús relata a la multitud la "Parábola del Sembrador". Esta parábola
menciona en primer lugar el terreno junto al camino donde cayó la semilla
"y vinieron las aves y la comieron." Este tipo de terreno representa
el corazón de aquellos que están tan concentrados en "sus cosas" que
no prestan atención al mensaje. Es decir la palabra "les entra por un oído
y le sale por el otro." Luego tenemos a aquellos cuyos corazones son
similares a terrenos de pedregales en los que la palabra produce fruto
momentáneamente pero tantas "piedras" en el corazón impiden que se
desarrolle y muy pronto olvidan lo que escucharon. Después siguen aquellos en
quienes la palabra produce fruto, el cual comienza a crecer pero al cabo de un
tiempo las preocupaciones y los afanes de este mundo lo ahogan. Y por último
ese pequeño grupo de corazones "fértiles" en los que la palabra cae y
produce fruto, en unos más que en otros,
pero todos serán bendecidos y a su vez serán de bendición para los que están a
su alrededor.
Muchos creyentes se preguntan por qué sus
vidas están llenas de dudas, confusión y contrariedades. Generalmente la
respuesta es que fallaron en aplicar la verdad de la palabra de Dios a sus
vidas. Muchos de ellos la escucharon pero no llevaron a cabo las instrucciones
del Señor. Esta actitud nos recuerda el terreno en el cual cayó la semilla y se
la comieron las aves; o aquel en el que la planta germinó pero no duró mucho
pues el sol la quemó; o quizás la planta comenzó a crecer pero fue ahogada por
los espinos en medio de las luchas y afanes.
Para que la palabra de Dios produzca los frutos esperados
es necesario que limpiemos el "terreno" de toda basura, piedras y
malas hierbas y lo preparemos para
recibir la semilla que producirá los frutos de bendición. Así lo expresó el
apóstol Santiago en su epístola: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y
abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual
puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan
solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Sant. 1:21-22).
Jesús finaliza el pasaje de hoy diciendo: “El
que tiene oídos para oír, oiga.” Todos los que tenemos el sentido auditivo en
buenas condiciones podemos escuchar las palabras que alguien pronuncia pero no
todos prestamos la debida atención. Por lo tanto no todos reaccionamos de la
manera correcta. A esto se refiere Jesús. Meditemos en esta enseñanza y oremos
pidiendo al Señor que nos ayude a aplicar su Santa palabra a nuestras vidas.
ORACIÓN. Padre
Santo, ayúdame a echar fuera de mi vida todo lo que es sucio y despreciable
delante de tus ojos. Que con humildad y mansedumbre reciba yo tu palabra y que
ésta sea implantada en mi corazón y produzca frutos que glorifiquen tu nombre.
Por Cristo Jesús. Amén.
ENRIQUE
SANZ – (DEVOCIONAL DIARIO “DIOS TE HABLA”)