“Por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe.” Efesios 2:8-9
(Leer 2 Samuel 2 – Mateo 24:29-51 –
Salmo 20:6-9 – Prov. 8:12-16)
Desear,
comprar, pagar, poseer, es el camino lógico para obtener un bien. De la misma
manera, muchas personas que reconocen estar perdidas por haber desobedecido a
Dios, piensan que deben hacer algo para ganar su salvación y escapar al juicio
y a la muerte. Otras creen que con una oración sincera podrán obtenerla.
También hay quienes estiman conveniente hacer un voto, prometen cambiar de vida
o mejorar su conducta con buenas acciones o conformándose a ciertas reglas
religiosas para obtener la salvación de Dios. Todo esto es inútil, pues la
salvación no se compra, es un don, por lo tanto es gratuita. “La dádiva de Dios
es vida eterna en Cristo Jesús” (Romanos 6:23).
Nadie puede
acercarse a Dios por sus propios medios. Dios es demasiado grande para vender
la salvación, y el hombre es demasiado
pequeño para poder adquirirla con sus esfuerzos o méritos personales.
Dios no vende
nada, pero la salvación de los hombres le costó muy caro. Dio a su Hijo
unigénito, Jesucristo, para que podamos tener el perdón, la paz, el gozo. Él
pagó nuestra liberación con su propia vida. “Fuisteis rescatados de vuestra
vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo... mediante
el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria,
para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1ª Pedro 1:18-19, 21). El Señor
Jesús pagó ese precio tomando sobre sí mismo todo el peso de nuestros pecados.
Dios da esa salvación gratuitamente, y perdona a todo el que va a él con las
manos vacías, tal como es, para recibirla.
EDICIONES BÍBLICAS – (DEVOCIONAL “LA BUENA SEMILLA”)