“Oíd ahora esto, pueblo necio y sin corazón,
que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye” Jeremías 5:21 (Leer
Jer. 5:18-23)
A la actriz Diane Kruger le ofrecieron un
papel que la haría famosa. Pero eso requería que representara a una esposa y
madre joven que experimentaba la pérdida del marido y de un hijo, y ella nunca
había atravesado personalmente una pérdida de tal magnitud. No sabía si podría
ser creíble. De todos modos, aceptó, y para prepararse, empezó a asistir a
reuniones de apoyo para personas que estaban recorriendo el valle del dolor
extremo.
Al principio, ofrecía sugerencias e ideas
cuando el resto del grupo compartía sus historias. Como la mayoría de nosotros,
quería ser útil. Pero poco a poco, dejó de hablar y, simplemente, empezó a
escuchar. Sólo entonces comenzó a aprender de verdad a ponerse en el lugar del
otro. Y tal comprensión se produjo al usar sus oídos.
La acusación de Jeremías contra el pueblo era que
rehusaba utilizar sus «oídos» para escuchar la voz del Señor. El profeta no anduvo con rodeos, y lo llamó «pueblo
necio y sin corazón» (Jeremías 5:21). Dios está obrando constantemente en
nuestras vidas, con palabras de amor, instrucción, aliento y advertencia. El
deseo de nuestro Padre es que aprendamos y maduremos; por eso, se nos dieron
herramientas —como los oídos— para hacerlo. La pregunta es esta: ¿los usaremos
para escuchar su corazón?
Señor, abre mis oídos para que pueda
escuchar.
Nuestros oídos pueden ayudarnos a madurar en
la fe, pero sólo si escuchamos.
(La Biblia en un año: Éxodo 31–33
— Mateo 22:1-22)