“Pero bendito el hombre que confía en
mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza. Ese hombre es como un
árbol plantado junto a los arroyos; echa sus raíces junto a las corrientes, y
no se da cuenta cuando llega el calor; sus hojas siempre están verdes, y en los
años de sequía no se marchita ni deja de dar fruto.” Jeremías 17:7-8
Cuando estaba
en la universidad, les hicimos una broma a algunos de nuestros amigos. La
puerta del apartamento donde vivían se abría a un corto pasillo, así es que
buscamos un cardo gigante y lo entramos en el pasillo, dejando la puerta
completamente bloqueada. Cuando nuestros amigos quisieron salir, tuvieron que
hacerlo por una ventana. Afortunadamente, ¡estaban a solo tres pies del suelo!
Esa broma solo
fue posible porque los cardos son fáciles de arrancar, ya que viven en lugares
donde la tierra está seca porque lluvia es escasa. Esto hace que las raíces se
quiebren y las plantas salgan rodando por las calles, donde las encuentran
estudiantes y las utilizan para burlarse de sus amigos.
Los cardos son
todo lo contrario de los árboles de los que habla el profeta Jeremías en este
pasaje. Esos árboles nunca se secan. Sus raíces se adentran en el suelo,
recogiendo el agua de un arroyo cercano. No importa si el verano es caluroso o
incluso si las lluvias no llegan. Mientras el arroyo esté allí, el árbol
permanecerá verde y dará frutos. El arroyo hace toda la diferencia.
Jeremías dice
que lo mismo sucede con quienes confiamos en el Señor. Él es el agua que
necesitamos para prosperar y crecer. Él es nuestra vida. Mientras estemos enraizados en el Señor, estaremos vivos y
fructificaremos. No somos cardos condenados a que el viento nos lleve
rodando por donde quiera.
Esto no
significa que no tengamos años difíciles. Incluso para un árbol plantado al
lado de un arroyo existen todavía los veranos calurosos. Y todavía hay años de
sequía en los que la lluvia nunca llega. Para los cristianos también hay
tiempos difíciles: sufrimos por las personas que amamos, pasamos por
enfermedades y pérdidas, tenemos problemas familiares, legales, financieros o
de trabajo. Y sin embargo, el Señor siempre está con nosotros dándonos su vida.
Aunque en la superficie parezca que nada está sucediendo, toda la acción está
en las raíces.
Si estás
pasando por un momento difícil, aférrate al Señor. Jesús entiende lo que estás
sufriendo y ha prometido quedarse contigo. Él no te dejará solo, sino que te
fortalecerá. Por amor a ti dio su vida en la cruz y tres días después se
levantó de entre los muertos. Si te amó tanto como para hacer todo eso, también
te va a ayudar ahora en tus problemas.
ORACIÓN. Querido Señor Jesús, dame de tu agua
de vida para que mis raíces crezcan firmes en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
PARA EL CAMINO – (DEVOCIONAL “ALIMENTO DIARIO”)