“Hasta aquí nos ayudó Jehova.” 1 Samuel 7:12
La palabra “hasta aquí” se parece a una mano señalando al
pasado. ¡Veinte años o setenta, y no obstante, "hasta aquí nos ayudó el
Señor!" En estado de pobreza, en la riqueza, enfermedad, salud; en nuestro
país o en el extranjero, en tierra o mar; en la honra y deshonra, en la perplejidad,
en la alegría, en la prueba, en el triunfo, en la oración, en la tentación,
"hasta aquí nos ayudó el Señor."
Nosotros nos gozamos mirando a lo largo de una avenida de
árboles. Es delicioso el contemplar desde el extremo de una larga vista, una especie
de templo verde con columnas de ramas de árboles y arcos de hojas. Aún así,
echa una mirada retrospectiva a los largos sufrimientos de tus años, a las
ramas verdes de misericordia que han ceñido tu cabeza y a las columnas fuertes,
cariñosas y fieles que sostienen tu alegría.
¿No hay en las ramas de más allá algunos pájaros cantando?
Con toda seguridad debe de haber muchos y todos cantan acerca de la gloria que
"hasta aquí" han recibido.
Pero la palabra también señala hacia adelante. Porque
cuando una persona llega hasta un cierto lugar y escribe "hasta
aquí," aún no ha llegado al fin, hay que atravesar otras distancias para
ello. Más pruebas, más alegrías, más tentaciones, más triunfos, más oraciones,
más victorias, y después viene la enfermedad, la vejez y la muerte.
¿Pero termina aquí todo? ¡No! hay más aún; un
despertamiento a la semejanza de Jesús, tronos, arpas, canciones, salmos,
vestidos blancos, el rostro de Jesús, la sociedad de los santos, la gloria de
Dios, la plenitud de la eternidad, la felicidad sin límites. Oh, creyente, toma
aliento y eleva con confianza y gratitud tu "Ebenezer," por que
"El que hasta aquí te ha ayudado, te ayudará a través de todo el
camino."
Que perspectiva tan gloriosa y maravillosa ha de revelar
a tu ojo agradecido tu "hasta aquí," cuando lo leas con la luz
Celestial. –C.
H. SPURGEON.
Los pastores alpinos tienen la magnífica costumbre de
terminar el día cantándose el uno al otro una canción nocturna de despedida. El
aire es tan cristalino que hace que la canción se oiga a largas distancias.
Cuando empieza a anochecer, reúnen el ganado y lo conducen cantando por los
senderos: "¡Hasta aquí el Señor me ha ayudado. Alabemos Su nombre!"
Y por último, con gran amabilidad cantan los unos a los
otros la amistosa despedida: "¡Buenas noches, buenas noches!". El eco
de estas palabras pasa resonando suavemente de una parte a otra hasta que
desaparece a larga distancia.
Así que llamémonos los unos a los otros por medio de la
obscuridad, hasta que la obscuridad adquiera el sonido de muchas voces que
alientan al ejército peregrino. Deja que los ecos se reúnan hasta que truene
una verdadera tormenta de aleluyas alrededor del trono de Zafiro y al amanecer
nos encontraremos al borde del mar de cristal, gritando con el ejército
redimido, "Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás."
"Esta es mi canción a través de los siglos sin fin; Jesús
me guió por todo el camino."
“¡Y OTRA VEZ DIJERON, ALELUYA! " (Apocalipsis 19:3)
L.
B. COWMAN - (DEV. “MANANTIALES EN EL DESIERTO”)