“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual
preparará el camino delante de mí…” Malaquías 3:1 (Leer
Malaquías 3:1-5)
«¡Tengo un mensaje para ti!» Una mujer que
trabajaba en la conferencia a la que asistí me entregó un papel, y me pregunté
si debía ponerme nerviosa o emocionarme. Pero cuando leí: ¡Tienes un sobrino!»,
supe que podía alegrarme.
Los mensajes pueden traer buenas noticias,
malas noticias o palabras que desafían. En el Antiguo Testamento, Dios utilizó
a sus profetas para comunicar mensajes de esperanza y de juicio. Pero cuando
observamos detenidamente, vemos que aun sus palabras de juicio tenían como
propósito guiar al arrepentimiento, la sanidad y la restauración.
Ambos tipos de mensajes aparecen en Malaquías
3, cuando el Señor prometió enviar un
mensajero que prepararía el camino para Él. Juan el Bautista anunció la
venida del verdadero Mensajero: Jesucristo (Malaquías 3:1), quien cumpliría las
promesas de Dios y sería «como fuego purificador, y como jabón de lavadores»
(v. 2) porque purificaría a aquellos que creyeran en su palabra. El Señor envió
su palabra para lavar a los suyos, porque por amor, estaba interesado en el
bienestar de ellos.
El mensaje de Dios es de amor, esperanza y
libertad, y Él envió a su Hijo como un mensajero que habla nuestro idioma; a
veces, de corrección; pero siempre, de esperanza. Podemos confiar en su
mensaje.
Señor, ayúdame a entender y poner en práctica
tu mensaje.
Pídele al Señor que te ayude a compartir su
buena noticia con otros durante el nuevo año.
(La Biblia en un año: Malaquías
1–4 — Apocalipsis 22)