“Y les dijo: “Vengan en pos de mí, y los haré
pescadores de hombres”. Y de inmediato
ellos dejaron sus redes y lo siguieron.” Mateo 4:19-20 (Leer: Juan 21:1-7)
Tengo unos
conocidos que jugaban con sus hijos un juego muy simple que consistía en decir:
“¡Vean, vean!”. Tenían que decir esto si algún miembro de la familia veía, lo
que parecía ser Dios obrando a su alrededor directa o indirectamente. Ya fuera
que alguno viera una hermosa puesta de sol, a una persona ayudando a otra, a
una familia disfrutando juntos en el parque, un hermoso arco iris en el
horizonte luego de una lluvia primaveral, o cuando uno de ellos podía disfrutar
de su comida favorita. Este sencillo juego inculcó en sus hijos, una
sensibilidad especial con respecto a las bendiciones de Dios en el mundo y en
sus propias vidas.
Al pensar en
este juego, no puedo evitar pensar en los discípulos y su intento inútil de
volver a su vida anterior, del cual leímos en nuestra lectura devocional en el
evangelio de Juan. Como solían hacer, aun de noche habían salido a pescar,
quizás en un intento de olvidar o como una excusa para evitar cumplir con el
trabajo encargado por su maestro; sin embargo, la pesca no había sido
provechosa, y regresaron a la orilla cansados y frustrados.
En la costa
pudieron divisar a una figura que les habló pero no identificaron: “Hijitos,
¿no tienen nada de comer?” Podemos imaginar al refunfuñón de Pedro, diciendo a
los otros de forma cortante: “No”.
Mientras tanto en la orilla, el aún desconocido les decía: “Echen la red
al lado derecho de la barca, y hallarán”; le obedecieron no de muy buena gana, y fue tal la cantidad de peces que
contenían las redes, que no los podían halar. En ese extraño momento, vino
a la mente de Juan todo el cúmulo de recuerdos de su primer encuentro con
Jesús, en el cual también se encontraban Pedro, Andrés y Jacobo su hermano; esa
voz era la misma que hacía tan sólo tres años y unos meses, los había llamado a
seguirlo y a ser pescadores de hombres (Mat. 4:18-22). “Es el Señor”, le dijo a
Pedro. Fue como un “Vean, vean”, fue Juan el primero en reconocer a quien los
había desafiado a dejar sus redes para seguirle y hacer su voluntad.
1. Puede ser que estés viviendo una
situación de la que no encuentras salida, o que lo cotidiano te tenga distraído
de lo que es realmente importante. Si prestas atención, tú también podrás ver
la mano de Dios donde otros no la ven.
2. Por medio de una fe creciente y
fuerte, podrás ver a Dios actuando, y a ti siendo un instrumento de su amor.
MD/HG -
(DEVOCIONAL DIARIO “MI DEVOCIONAL”)