“Porque la obediencia de ustedes ha llegado a ser
conocida de todos de modo que me gozo a causa de ustedes; pero quiero que sean
sabios para el bien e inocentes para el mal.” Romanos 16:19 (Leer: Colosenses
3:12-17)
Diversos
estudios han demostrado lo que ya sabíamos, pero que poco le interesa a muchos;
no son las riquezas las que hacen felices a las personas, sino la familia, los
amigos y el perdón.
Un artículo de
la revista USA Today indica: “Las personas más felices se rodean de familiares
y amigos, no necesitan competir materialmente con sus vecinos, se concentran en
las actividades diarias, y lo que es más importante, perdonan fácilmente”.
El psicólogo Christopher
Peterson dice: “la capacidad de perdonar a los demás es el rasgo mayormente
vinculado a la felicidad.” Además agrega: “es la reina de todas las virtudes, y
probablemente las más difícil de conseguir.”
Desgraciadamente, no conceder el perdón es
comúnmente una de las decisiones de vida que postergamos entregar a Dios. Incluso aun como creyentes, nos aferramos a
la ira y la amargura, teniendo la equivocada idea de que quienes nos han hecho
daño deben sufrir por sus ofensas.
Esta decisión
debe cambiar, si en verdad entendemos lo mucho que Dios nos ha perdonado y al
comprender que debemos ser miseri-cordiosos con los demás. La Biblia nos llama a
revestirnos: “de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre
y de paciencia; soportándose los unos a
los otros y perdonándose los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del
otro. De la manera que el Señor los perdonó, así también háganlo ustedes.”
(Col. 3:12-13).
1. El perdón no es una opción para el
creyente sino una obligación, y debe ser el reflejo de una vida entregada a
Dios porque por gracia hemos sido perdonados.
2. Cuando te parezca que no puedes
perdonar, recuerda lo mucho que has sido perdonado.
MD/HG -
(DEVOCIONAL DIARIO “MI DEVOCIONAL”)