jueves, 1 de febrero de 2018

Por amor a Dios II 1 febrero





(Leer Génesis 32; Marcos 3; Ester 8; Romanos 3)


Casi todo en Romanos 3:21–26 es discutido. No disponemos de espacio para justificar una exégesis particular. Sin embargo, en mi opinión, podemos extraer unas conclusiones importantes:

(1) “Pero ahora” (3:21): la expresión es temporal, no meramente lógica. Pablo ha dedicado 1:18–3:20 a demostrar que toda la raza humana, judíos y gentiles por igual, esto es, los que tienen la ley mosaica y los que no, son culpables ante Dios. No obstante, en este punto de la historia redentora, ha ocurrido algo nuevo. Se ha dado a conocer una “justicia de Dios”.


(2) La frase “sin la mediación de la ley” probablemente modifica “se ha manifestado”, es decir, “sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”.


(3) “La ley” no es “legalismo” aquí, como si Pablo estuviese diciendo que ahora se había dado a conocer una justicia sin el legalismo. La reflexión de Pablo, más bien, es que ahora, con la muerte y la resurrección de Jesús, se ha manifestado una justicia de Dios sin la ley-pacto, la ley de Moisés. Esto no significa que aquella no haya sido anunciada. Todo lo contrario: de ella “dan testimonio la ley y los profetas” (esto es, las sagradas Escrituras). En otras palabras, “la justicia de Dios” que ha venido a nosotros por medio de Jesús apareció de forma independiente a la ley-pacto, pero aun así, la antigua ley, de hecho, toda la Biblia hebrea, contuvo testimonio de ella y la anunció.


(4) Esta “justicia de Dios” viene a todos los que creen (3:22–24). No puede ir a los buenos porque Pablo acaba de invertir dos capítulos demostrando que todos son malos. Viene, por tanto, a aquellos que creen, libremente por la gracia de Dios “mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (3:24).


(5) Dios consiguió esta redención ofreciendo a Cristo Jesús como “sacrificio de expiación” (3:25) o, más precisamente, como “propiciación” (RVR 60). Así pues, Dios dio lugar a la muerte de Jesús, de forma que en su crucifixión este murió, “el justo por los injustos” (1ª P. 3:18), haciendo a Dios favorable o “propicio” a aquellos que, de lo contrario, solo se enfrentarían a su ira. Por tanto, la muerte de Cristo no es únicamente una “expiación” (cancela nuestro pecado), sino una “propiciación” (hace a Dios propicio). Por supuesto, como es el propio Todopoderoso quien provee el sacrificio, existe un profundo sentido en el que Dios se propicia, es decir, provee por gracia el sacrificio que pacifica su propia ira.


(6) Afirmado de otra forma, Dios no sólo ofrece a Cristo para justificar a los pecadores impíos como nosotros los que tenemos fe en Jesús, sino también para mantener su propia justicia, ser justo, frente a todos los pecados que se han cometido siempre (3:25–26).



DONALD CARSON A. - (DEVOCIONAL "POR AMOR A DIOS II")









TRADUCCIÓN