domingo, 4 de febrero de 2018

Libro de Oro 4 febrero





LA VERDADERA GRATITUD NOS LIMITARÁ 
COMETER ABUSOS



1. Amenos que sea absolutamente necesario, descartemos, por lo tanto, la filosofía inhumana que no nos permite hacer uso de la creación. Una noción tan maligna nos priva del legítimo disfrute de la bondad de Dios. Realmente, es imposible aceptar un pensamiento así, pues nos veríamos privados de todos nuestros sentidos y seríamos reducidos a una mole de granito insensible. Por otra parte, debemos con igual celo luchar contra los deseos de la carne, pues si no los restringimos con firmeza, acabarán transgrediendo todos los límites. Como ya hemos observado, la licencia tiene sus defensores; hay gente que, bajo el pretexto de la libertad, no se priva de nada.


2. Primeramente, si deseamos refrenar nuestras pasiones, debemos recordar que todas las cosas nos han sido dadas con el propósito de que, podamos conocer y reconocer a su Autor. Nuestro deber es alabar su bondad para con nosotros en todo aquello que Él ha creado, y ser agradecidos. Pero, ¿qué será de nuestra acción de gracias si somos indulgentes en el uso de algunas cosas, de forma tal que nos convertimos en personas holgazanas para llevar a cabo nuestros deberes de devoción, o aquellos que corresponden a nuestro trabajo? ¿Dónde está nuestro reconocimiento de Dios si los excesos de nuestros cuerpos nos llevan a las más viles pasiones e infectan nuestras mentes con la impureza, de modo, que no podamos ya distinguir entre lo correcto y lo incorrecto? ¿Dónde esta nuestra gratitud hacia Dios por el vestir si nos admiramos a nosotros mismos y despreciamos a otros por poseer vestidos más suntuosos que ellos? ¿Dónde está nuestro decoro si usamos nuestros vestidos elegantes y hermosos para deleitarnos en lascivia?


3. Muchas personas que se empeñan en ir tras los placeres de esta vida, hacen que sus mentes se vuelvan esclavas de ellos. Algunos se deleitan tanto con el mármol, el oro y las pinturas que se vuelven estatuas. Parecen haber quedado paralizados entre los ricos metales, y empiezan a aparecerse a ídolos de colores. El sabor de los alimentos y la dulzura de las aromas hacen que algunas personas se vuelvan tan tontos que pierden el gusto por las cosas espirituales. Esto vale también para el abuso de todas las otras cosas naturales. Por lo tanto, está claro que el principio de la gratitud debería frenar nuestros deseos de abusar de las bendiciones divinas. Este principio confirma la regla de Pablo, que dice: “… y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias”. Si damos rienda suelta a nuestros deseos naturales, éstos traspasaran todos los límites de la templanza y la moderación.



JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA VERD.")









TRADUCCIÓN