A todos nos
gusta oír sermones y leer libros acerca de las bendiciones de Dios. Es cierto
que Dios tiene una naturaleza generosa y nosotros podemos ser ayudados al
aprender más sobre ello. Pero nuestro caminar con Cristo debe movernos de una
vida “receptora” a una vida “generosa”. Jesús nos da poder para esta
transición, reemplazando nuestro espíritu mundano con su propio Espíritu
divino. Él nos dice: “Has sido bendecido
por mí y ahora debes dar esas bendiciones a otras personas”.
Esta es una
teología gloriosa, pero podría ser la transición más difícil que jamás hayas
hecho. Una vida receptora es fácil, una vida generosa es difícil, pero es muy
gratificante. Recuerda, Jesús bendijo; Jesús partió; Jesús repartió. A menudo,
este proceso se detiene en nosotros después del primer paso, no pasamos más
allá de la parte bendecida. No dejamos que nuestras vidas sean quebrantadas
delante de Dios, así que nunca llegamos hasta el último paso: dar. Por lo
tanto, muchos nunca ven el cumplimiento completo del propósito de Dios en
ellos.
Durante el
ministerio de Cristo, él realizó muchos actos de dar, pero las multitudes
dejaron de seguirle cuando él comenzó a predicar verdades difíciles. Inclusive
algunos de los discípulos le dieron la espalda y Jesús les dijo a los doce: “¿Queréis acaso
iros también vosotros?” (Juan 6:67). Pero Pedro, rápidamente le
respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (6:68).
Como ves,
cuando Jesús pasó de dar a requerir algo de ellos, los discípulos fueron
forzados a tomar una decisión. ¿Seguirían a Jesús o volverían a su vieja vida
en la que ellos escogían su propia agenda?
La agenda que
Jesús dejó con Pedro, fue un mandato: “Alimenta mis ovejas”. De hecho, él lo
dijo tres veces (ver Juan 21:16-17). Él estaba diciendo: “Pedro, mi pueblo
necesita ayuda, así que acércate a ellos. Aliméntalos. Entrega tu vida por
ellos”.
Jesús le estaba
comisionando a Pedro a tener una vida generosa y él nos comisiona exactamente
lo mismo.
GARY WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)