“Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20
La fotosíntesis es el proceso por medio del cual las
plantas se alimentan. Este proceso tiene lugar fundamentalmente en las hojas,
gracias a una molécula llamada clorofila. La clorofila es verde (de aquí el
color verde de las hojas), y es la encargada de absorber la luz necesaria para
realizar este proceso. Cuando el verano termina y llega el otoño, los días se
hacen cada vez más cortos y la luz es menos intensa. Esto les indica a los
árboles que tienen que comenzar a prepararse para el invierno. Entonces
suspenden el proceso de la fotosíntesis. Cuando el alimento se vuelve escaso
desaparece la clorofila, y por ende el color verde de las hojas, y toma su
lugar el amarillo, el anaranjado y el rojizo del óxido, y las hojas comienzan a
caer. La ceremonia de un enorme árbol cambiando de color y quedando desnudo de
sus hojas es tal vez uno de los espectáculos más grandiosos que podemos
observar. Pero este proceso es, en realidad, una procesión fúnebre.
Algo similar sucede en el aspecto espiritual cuando una
persona decide morir al pecado y a los deseos de la carne y entregar su vida al
Señor. Esta experiencia de morir a una vida pecaminosa es hermosa ante los ojos
de Dios. En el pasaje de hoy el apóstol Pablo declara exactamente este proceso
en su vida cuando dice “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo
yo, mas vive Cristo en mí." El viejo y miserable "YO" ha sido
crucificado, está muerto, ya no tiene más demandas relativas a sus deseos
carnales.
Ahora bien, este proceso puede ser doloroso, y con
frecuencia implica sufrimiento. Es posible que pasemos por períodos difíciles,
enfermedades, pérdida del empleo, rompimiento de una relación. Todas estas
situaciones revelan nuestras debilidades y le permiten a Dios lidiar con ellas.
La prueba produce dependencia de Dios. La incertidumbre nos lleva a buscar su
voluntad. El dolor nos obliga a clamar a él. Cada lucha nos acerca más a
nuestro Padre celestial. Es importante recordar que él nunca nos dejará ni nos
abandonará, aun si estamos atravesando un "valle de sombra de muerte"
(Salmo 23). Quizás estés pasando por duras pruebas en estos momentos. Eso nos
sucede a todos. Pero lo importante es recordar que “a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan para bien.” (Romanos 8:28).
Cuando permitimos a Dios obrar en nosotros, él elimina
todas las cosas que necesitan ser quitadas de nuestras vidas, de manera que
vayamos pareciéndonos a su Hijo Jesucristo. Este proceso, aunque doloroso, es
necesario para que produzcamos los frutos que Dios desea ver. Jesús dijo: “De
cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24). Es
necesario morir a los deseos de la carne, a todo aquello que hay en nosotros que
no está de acuerdo a la Palabra de Dios, y por lo tanto no glorifica su nombre.
Cuando morimos a todo esto, entonces el
Espíritu Santo produce su fruto abundantemente en nuestras vidas.
Si estás pasando por una prueba difícil, Dios puede usar
esta situación para hacer cambios profundos en tu vida que te acerquen más a
él. Pero eso depende de tu actitud. ¿Estás dispuesto a renunciar a tus deseos
carnales y someterte a la voluntad de Dios, o te rebelas ante la adversidad y
te empeñas en continuar por tu mismo camino?
¿Deseas de todo corazón que la vida de Cristo se
manifieste en ti? Busca las fuerzas para morir a la carne en el poder del
Espíritu Santo. Dedica tiempo diariamente a orar, a leer la Biblia y a meditar
en sus enseñanzas.
ORACIÓN: Padre santo, vengo a ti arrepentido de mis pecados, y te
ruego me perdones por haber entristecido tu Espíritu. Ayúdame, Dios mío, a
morir a todo aquello que no glorifica tu nombre, de manera que la vida de
Cristo se haga una realidad en mí. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")