martes, 30 de enero de 2018

Manantiales 30 enero





"Seré a Israel como el rocío" Oseas 14:5


El rocío es una fuente de frescura. Es la provisión de la naturaleza para renovar la superficie de la tierra. Cae de noche, y si no fuese por él, moriría la vegetación. Este gran valor del rocío es el que se reconoce con mucha frecuencia en las Escrituras. Se usa como símbolo de refrigerio espiritual. Lo mismo que la naturaleza está bañada de rocío, así también el Señor renueva a los Suyos. En Tito 3:5, el mismo pensamiento de refrigerio espiritual lo encontramos relacionado con el ministerio del Espíritu Santo, "la renovación del Espíritu Santo."

Muchos cristianos no se dan cuenta de la importancia del rocío celestial en sus vidas, y como consecuencia, carecen de frescura y vigor. Sus espíritus desfallecen por falta de rocío.

Querido lector, tú reconoces la locura del obrero que trata de trabajar sin comer. ¿Reconoces también la locura del siervo de Dios que trata de ministrar sin haber comido del maná celestial? No es suficiente el que tomes alimento espiritual de vez en cuando. Diariamente debes recibir la renovación del Espíritu Santo. Tú sabes cuando toda tu existencia se mueve con el vigor y frescura de la vida divina, y cuando te sientes cansado y consumido. La quietud y la absorción traen el rocío. Por la noche cuando la hoja y la brizna reposan, los poros de los vegetales se abren para recibir el baño refrigerador y fortaleciente, así también el rocío espiritual viene a nosotros cuando permanecemos quietos por un cierto tiempo en la presencia del Maestro. La prisa te impedirá que recibas el rocío. Espera delante de Dios hasta que te sientas saturado con Su presencia; y después marcha a cumplir con tu próximo deber con el nuevo frescor y vigor de Cristo. -DR. PARDINGTON-.

Mientras hay calor o viento el rocío nunca se junta. Para ello la temperatura debe disminuir, el viento debe cesar y el aire tiene que llegar a un cierto estado de frescura y reposo, de un reposo absoluto, por así decir, antes de que pueda dar sus partículas invisibles de jugosidad para rociar la hierba o la flor. De la misma manera la gracia de Dios no llega a consolar el alma del hombre, hasta que no se ha alcanzado serenamente y por completo el estado de reposo que se debe.



L. B. COWMAN - (DEV. "MANANTIALES EN EL DESIERTO")









TRADUCCIÓN