“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me
pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha
llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya;
porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os
lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al
Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y
os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo
que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará
saber.” Juan 16:5-15
A medida que se acercaba el momento de su muerte, Jesús
con frecuencia se refirió al “Consolador” que él enviaría, el cual enseñaría y
capacitaría a los creyentes para una vida conforme a los planes de Dios. En
Juan 14:26, el Señor les dice a sus discípulos: “Mas el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo que yo os he dicho.” Una de las principales funciones del
Espíritu Santo es ayudarnos a llevar a cabo aquello para lo cual Dios nos ha
llamado. Una de sus responsabilidades es ser nuestro asistente en la oración.
Él es el que pone en nosotros la carga o el pesar que nos mueve a orar. Él
tiene conocimiento de las tentaciones que esperan por nosotros más adelante o
las duras experiencias por las que tendremos que pasar. Por eso nos urge a que
nos mantengamos en contacto con nuestro Padre celestial. Cuando sientas la
necesidad de orar no debes ignorarla bajo ningún concepto. En 1ª Tesalonicenses
5:19, la Biblia nos dice: “No apaguéis al Espíritu.” Apagamos al Espíritu cuando ignoramos sus instrucciones, cuando lo
limitamos o lo estorbamos. No debemos olvidar esta divina advertencia.
Cuando sentimos pesar en nuestros corazones por alguien,
es el Espíritu Santo obrando para que oremos por esa persona y así darnos la
oportunidad de participar en la obra de Dios. En ocasiones hemos sentido que
debemos orar por una cierta persona en un cierto momento, y más tarde nos
enteramos que esta persona estaba en medio de una situación difícil que
requería la ayuda divina. La carga en nuestros corazones para que oremos por
nosotros mismos o por otras personas es una demostración muy especial del amor
de Dios. Al movernos a la oración, él comienza un proceso de hacernos sensibles
a las circunstancias que nos rodean, o de prepararnos para una batalla que él
sabe se acerca. Debemos estar preparados para escuchar la exhortación del
Espíritu Santo y obedecer fielmente sus instrucciones, alejándonos de todo
aquello que interfiera en nuestra comunión con Dios.
Efesios 5:18 dice: “No os embriaguéis con vino, en lo
cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.” La única manera de ser “llenos del Espíritu” es estableciendo una
íntima comunión con nuestro Padre celestial. Con ese fin, separa todos los
días un tiempo para el Señor, leyendo su palabra, meditando en ella y orando, y
“alabando al Señor en vuestros corazones”, como dice Efesios 5:19. La Biblia
dice que “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir
como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles.” (Romanos 8:26). Pide a Dios que te revele aquello por lo
que debes orar. El Espíritu Santo pondrá en tu corazón pesar o inquietud por
algo o por alguien a quien Dios quiere bendecir o usar para llevar a cabo algún
plan que él tiene. Participa tú en ese plan divino siendo sensible a las
instrucciones del Espíritu Santo.
ORACIÓN: Padre santo, por favor lléname de tu Santo Espíritu.
Ayúdame a hacer mi parte en este proceso de manera que yo pueda disfrutar
plenamente de tu amor y de tu paz y llegar a tener un oído sensible para
escuchar todo lo que el Consolador me diga. En el nombre de Jesús, Amén.
ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")