“Y eso eran algunos de ustedes, pero ya han sido
lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del
Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” 1ª Corintios 6:11
Cuando
Alejandro el Grande murió, su imperio fue dividido. Egipto fue dado a Ptolomeo,
un general, gobernante, astrónomo, matemático y, como si todo eso fuera poco,
constructor de faros. Sóstrato, el arquitecto de Ptolomeo, hizo un trabajo tan
bueno al diseñar el faro de Alejandría, que con el tiempo se convirtió en una
de las siete maravillas del mundo antiguo.
La madre de
Sóstrato supo educarlo bien. Él sabía que el faro que había diseñado era algo
sumamente importante por lo que, con la esperanza de pasar a la historia, quiso
que su nombre fuera escrito en la base del mismo. Pero su jefe, Ptolomeo, no
pensaba igual. Él quería que fuera su nombre el que estuviera escrito para así
recibir él toda la gloria.
Finalmente,
Sóstrato encontró una solución. En letras hermosas que saltaban a la vista,
Sóstrato ordenó escribir el nombre de Ptolomeo en yeso. Pero no le dijo a
Ptolomeo que, en el granito que estaba debajo del yeso, había hecho tallar su
nombre.
Sóstrato sabía
que con el tiempo, el golpe continuo del mar iría erosionando el yeso en que
estaba tallado el nombre "Ptolomeo" y dejaría al descubierto el
granito en el que estaba tallado su propio nombre.
Me pregunto:
"¿Qué nombre está tallado en su corazón y en su alma?" Hay dos
individuos que le reclaman: el Salvador Jesús y el charlatán Satanás.
Jesús demostró
que nos ama cuando se dio a sí mismo como el sustituto, el sacrificio que
habría de lograr nuestro perdón. Gracias a la obra de Cristo, los creyentes
somos justificados y hechos justos con el Padre. Pero, a pesar de lo que Jesús
ha hecho, Satanás sigue queriendo apoderarse de nosotros.
A través del
lavamiento del bautismo y de la fe que nos da y mantiene el Espíritu, el nombre
que con orgullo debemos llevar tallado en nuestro corazón es el de Jesús.
Como San Pablo
les escribió a los creyentes en Corinto: "Ustedes ya han sido lavados, ya
han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor
Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios."
En resumen,
cuando alguien nos mira o nos escucha hablar, debería decir: "se nota que
esa persona pertenece a Jesús".
ORACIÓN: Padre celestial, haz que mi testimonio
del sacrificio del Salvador sea claro, para que nadie se confunda. Soy salvo
por Jesús y estoy orgulloso de llevar su nombre. Te lo pido en el nombre del
Salvador crucificado y resucitado. Amén.
CRISTO PARA TODAS LAS N. - (DEV. “ALIMENTO DIARIO”)