“Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron
de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios.”
Juan 1:12-13 (Lea: Juan 1:5-13)
El capítulo uno
del evangelio de Juan hace que nos enfrentemos de inmediato con las tinieblas
del mundo y con la ceguera de los hombres que no pueden ver el poder del
Creador cuando se pone de manifiesto entre ellos y no pueden ver al Mesías
cuando cumple todas las profecías del Antiguo Testamento. Pero Juan no llama
jamás a esto un fracaso, y tampoco nosotros debemos de considerarlo como tal.
Dios realizó lo que se había propuesto realizar; algunos lo creyeron y lo
recibieron, como leemos en los versículos 12 y 13.
He aquí una de
las extrañas y con frecuencia repetidas paradojas de las Escrituras. Por algún
motivo Dios permite que dé la impresión de que todo está perdido, que todo parezca
haber sido un fracaso. Puede que esta sea también la imagen de su vida, de modo
que más le vale a usted estar preparado para ello. Cuando dé la impresión de
que todo aquello con lo cual usted había contado para conseguir lo que anhelaba
ya ha fracasado, es cuando Dios comienza a obrar, y es exactamente lo que hizo
aquí.
Aunque el
Mesías fue rechazado y el Creador no fue reconocido como tal, precisamente y a
pesar de este rechazo, Dios produjo una gran y nueva creación; surgió una nueva
humanidad. Juan nos dice que comienza como la antigua creación, con un nacimiento.
Todas las personas cobraron vida en el momento de su nacimiento. No hay ninguna
otra manera a excepción de naciendo. Y esto también es cierto en lo que se
refiere a la nueva creación. Es preciso que se produzca un nacimiento, ya que
no hay ninguna otra manera de introducirse en el nuevo reino que no sea por
medio de un nacimiento.
A continuación
Juan menciona las maneras en que las personas creen equivocadamente que pueden
venir a Dios. Para empezar, dice que el nuevo nacimiento no es “según la
sangre”. Esto significa que no es por la herencia ni por descendencia. Incluso
naciendo en el seno de una familia cristiana en la cual todo el mundo es
cristiano excepto usted, eso no significa que usted sea cristiano. Puede usted
asistir a una escuela cristiana y pasarse toda la vida participando en
actividades cristianas, pero hasta que no nazca usted de nuevo, no es usted
cristiano.
En segundo
lugar, el nuevo nacimiento no es “por voluntad”. Usted no puede determinar ser
cristiano, convertirse en uno o convencerse a sí mismo para convertirse en uno.
No puede usted estudiar a los cristianos, actuar como ellos, unirse a su
iglesia, cantar sus himnos y ni siquiera representar todos los actos externos
para convertirse en cristiano; no puede usted hacerlo ya que no es “por
voluntad”.
En tercer
lugar, el nuevo nacimiento no es “por voluntad de varón”, es decir, los
esfuerzos realizados por otros. Nadie puede lograr que sea usted cristiano,
ningún obispo, ningún ministro o cura. No es algo que se consiga por medio de
una ceremonia, leyendo un credo, pasando al frente o poniéndose de rodillas
ante el banco. Eso no le convertirá a usted en cristiano.
Es lo que ha
sucedido en su corazón lo que le hace a usted cristiano. Es un nuevo nacimiento
y es algo que hace Dios: “de Dios”, dice Juan, todo ello sin relación alguna
con el esfuerzo humano, ni lo inteligente que sea la persona, ni por
manipulación alguna. Es “a todos los que le reciben”, no a los que
sencillamente creen en Él. Muchas personas dicen: “Yo creo en Cristo. Creo que
vivió, murió y resucitó de nuevo, que fue quien dijo ser”. Pero eso no le hace
a usted cristiano. Es cuando usted le recibe a Él, cuando usted se somete a Él
y a Su señorío cuando se convierte usted en cristiano.
En lo profundo
del espíritu humano, si usted le recibe a Él, algo le sucede a usted. En lo más
profundo de su espíritu tiene lugar una transformación. Dios la realiza; usted
no puede hacerlo. Cuando la fe se encuentra con la Palabra de Dios y usted
invita al Hijo de Dios a su vida, comienza una nueva vida en el espíritu
humano, introduciéndose un cambio en el gobierno. Esa es la marca del nuevo
nacimiento. Ha comenzado una nueva creación que aumentará convirtiéndose en la
imagen de Cristo.
ORACIÓN. Creador de todas las cosas, gracias por
crearme a mí en la imagen de Tu Hijo. Esta es Tu obra, Señor, y no la mía. Te
invito hoy a continuar viviendo Tu vida por medio de mí.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. ¿Dan nuestras
vidas testimonio de un nuevo nacimiento radical y gobierno?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU
PRESENCIA")