martes, 30 de enero de 2018

Libro de Oro 30 enero (PAG 35)





¿QUÉ ES LA TIERRA SI LA COMPARAMOS CON EL CIELO?



1. Toda la gloria que debiéramos sustraer del pecaminoso amor a la vida la podemos añadir al deseo para un mundo mejor. Ciertamente para los paganos la bendición más grande no es nacer, sino lo que le sigue, es decir, morir inmediatamente. Sin el conocimiento de Dios y la verdadera religión, ¿qué más podrían ver en la vida sino infelicidad y miseria? Tampoco hay nada insensato en el comportamiento de los escitas, que murmuraban y lloraban cuando nacían sus familiares y hacían solemnes celebraciones en sus funerales. Sin embargo, sus costumbres no les aprovechan para nada, pues sin el conocimiento de la verdadera fe en Cristo no entendían cómo algo que en sí mismo no es apetecible ni deseable, puede llegar a ser un medio para el beneficio de los creyentes devotos. Llegamos, pues, a la deducción de que el fin de los paganos es acabar en la desesperación.


2. Al hacer una estimación de esta vida mortal, los creyentes deberíamos llegar a la conclusión de que no es nada sino pura miseria. Únicamente al comparar el cielo y la tierra podemos no sólo olvidar todo lo relacionado con al vida presente, sino en verdad desdeñarla y menospreciarla. Puesto que el cielo es nuestra madre patria, ¿qué es la tierra sino un lugar de exilio, y esta vida un viaje a través de un lugar extraño? Si dejar este mundo significa tener abierta la entrada a la vida real ¿qué es este mundo sino una tumba? Si la liberación del cuerpo significa una completa libertad ¿qué es este cuerpo sino una prisión? Si disfrutar la presencia de Dios es la cumbre de la felicidad, ¿no es una desdicha tener que prescindir de ella? Hasta que salgamos de este mundo “estamos ausentes del Señor”. Por lo tanto, si la vida terrenal tiene que compararse con la celestial, sin duda hemos de menospreciarla y considerarla un fracaso si esta separada de Cristo.


3. Pero la vida presente no debe odiarse, a excepción de todo lo que en ella nos sujeta al pecado, si bien ese odio no debe aplicarse a la vida misma. Por un lado, debemos tener una actitud de desdén hacia ella, deseando su fin, si bien al mismo tiempo hemos de estar preparados para permanecer en ella el tiempo que al Señor le plazca. En otras palabras, ese abatimiento debería impedir que seamos presa del temor y la impaciencia. La versión en francés contiene; “Pasar de lado ligeramente”; el original en latín dice; “descuidar”. La versión en latín tiene lo primero; en francés encontramos a la segunda cláusula principal. Por eso la vida es un puesto en el cual el Señor nos ha colocado, y allí debemos estar hasta que el Señor nos llame a su presencia. Ciertamente Pablo lamentaba estar en la prisión de un cuerpo de carne por más tiempo de lo que él quería, y su deseo ardiente era ser liberado del mismo. Al mismo tiempo, el Apóstol descansaba en la voluntad de Dios, y en un pasaje de la Escritura declara que está preparado tanto para quedar en la tierra como para partir. Pablo reconoce que su deber es glorificar el nombre de Cristo, ya sea por la vida o por la muerte, pero que le toca al Señor determinar, qué es lo mejor para su gloria.


4. Por lo tanto, como dice la Escritura: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos”. Dejemos, entonces, los límites de nuestra vida y nuestra muerte a Su decisión y voluntad. Al mismo tiempo meditemos ardiente y continuamente sobre la muerte, mientras despreciamos “las vanidades” de la vida presente en comparación con la futura inmortalidad. Finalmente, consintamos que nuestra percepción de la esclavitud al pecado nos permita desear el abandono de esta vida, de la forma que al Señor le plazca. (Ver 2ª Cor. 5:6; Rom. 7:24, 14:7-8; Fil. 1:20)



JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA VERD.")









TRADUCCIÓN