LA CRUZ ES NECESARIA PARA NUESTRA SALVACIÓN
1. Ahora que hemos puntualizado que la
principal consideración para llevar la cruz es la voluntad divina, debemos
finalmente señalar, en forma breve, la diferencia entre la paciencia filosófica
y la cristiana. Muy pocos filósofos han alcanzado un entendimiento lo
suficientemente elevado que les permita comprender que estamos sujetos a las
aflicciones por la voluntad divina, o que es nuestro deber someternos a ella.
Aun aquellos que han llegado más lejos, no sacan otra conclusión que ésta: la
resignación es un mal necesario. ¿Qué significa esto, sino que debemos
someternos a Dios, porque cualquier esfuerzo para resistirle es en vano? Si
obedecemos a Dios, solamente por necesidad, dejaremos de hacerlo tan pronto
como podamos escapar de Él.
2. La Escritura nos ordena considerar la
divina voluntad a la luz de un concepto diferente; primeramente, consistente con
la justicia y equidad; y, luego, destinada al perfeccionamiento de nuestra
salvación. Las exhortaciones cristianas a la paciencia son, entonces, las
siguientes: ya sea que seamos afligidos con pobreza, exilio, prisión,
reproches, enfermedades, pérdida de los seres queridos, o calamidades
similares, debemos recordar que ninguna de estas cosas suceden sin la voluntad
soberana y providencial de Dios. Y Más aun, que Él no hace nada que no sea
absolutamente justo. ¿No merecen los innumerables pecados que cometemos cada
día una disciplina mucho más severa que la que nuestro Dios nos aflige en su
misericordia? ¿No es razonable el pensamiento de que nuestra carne tenga que
estar sometida, y que tengamos que acostumbrarnos al yugo, de manera que
nuestros impulsos carnales no nos dominen y nos lleven a un carácter
intemperante? ¿No son dignas de soportar la justicia y la verdad de Dios, a
causa de nuestros pecados? No podemos murmurar o rebelarnos sin caer en la
iniquidad. No escuchemos más al frío refrán de los filósofos diciéndonos que
tenemos que someternos por necesidad, sino prestemos atención a este llamado
eficiente y vivo; hemos de obedecer porque es incorrecto resistir. Aprendamos a
sufrir pacientemente, porque la impaciencia es una rebelión contra la justicia
de Dios.
3. Puesto que solo nos gusta aquello que
imaginamos provechoso y próspero para nosotros, nuestro Padre misericordioso
nos conforta enseñándonos que es necesario hacernos llevar la cruz, para
promover nuestra salvación. Si vemos claramente que las adversidades son buenas
para nosotros, ¿por qué, entonces, no sobrellevarlas con corazones tranquilos y
agradecidos? Si llevamos nuestras penalidades pacientemente, no nos rendiremos
ante ellas por necesidad, sino que nos someteremos sabiendo que resultan para
nuestro beneficio. La conclusión de estas consideraciones es que cuanto más seamos
oprimidos por la cruz, más grande será nuestro gozo espiritual, e
inevitablemente a este gozo se añade la gratitud. Si la alabanza y la acción de
gracias al Señor deben surgir de un corazón alegre y gozoso y no hay nada que
deba reprimir tales emociones, entonces es evidente que Dios neutralizará la
amargura de la cruz por medio del gozo del Espíritu.
JUAN CALVINO - (DEV. "EL LIBRO DE ORO DE LA
VERD.")