“Al siguiente
día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que
andaba por allí dijo: “¡Este es el Cordero de Dios!”. Los dos discípulos lo
oyeron hablar y siguieron a Jesús. Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían,
les dijo: ―¿Qué buscáis?” Juan 1:35-38ª (Lea:
Juan 1:35-51)
Dos de los
discípulos de Juan le oyeron apuntar hacia Jesús y siguieron a Jesús. Uno de
estos discípulos fue Andrés, el hermano de Pedro. Todo el mundo pregunta:
“¿Quién fue el otro?”. No se nos dice, ni se menciona su nombre. Sin embargo,
sin duda esta es una clave cierta en cuanto a quién era el otro, porque
descubrimos en el evangelio de Juan que Juan nunca menciona su propio nombre.
Siempre hace referencia a sí mismo de una manera indirecta, oblicua, como pueda
ser: “el discípulo a quien amaba Jesús” (Juan 21:20), o con palabras por el
estilo. Puesto que no menciona el nombre del otro discípulo aquí, casi todos
los eruditos concuerdan en que este debió de ser Juan mismo. De manera que Juan
y Andrés son los dos que escucharon a Jesús decir estas palabras.
Lo que
escucharon debió de dar en el blanco, porque siguieron a Jesús de inmediato.
Tal vez esto fuese debido a la curiosidad, pero fuese lo que fuese, debieron de
sentirse inmediatamente atraídos por la pregunta que les hizo Jesús. Cuando vio
que le estaban siguiendo, se volvió hacia ellos y les dijo: “¿Qué buscáis?”.
Estas son las primeras palabras de Jesús en el evangelio de Juan y son
realmente asombrosas. Según esto, también fueron las mismas primeras palabras que
pronunció Jesús en Su ministerio público, y aparecen en forma de una pregunta.
Yo me he
sentido siempre fascinado por las preguntas que le hace Dios al hombre. Estas
dos palabras van directamente al centro de la vida. Valiéndose de ellas, Jesús hace la más profunda pregunta que jamás se
le ha hecho a nadie: “¿Qué estás buscando?”. ¿Se ha preguntado usted alguna
vez a sí mismo: “¿Por qué estoy aquí? ¿Qué es lo que realmente espero de la
vida?”. Esa es la pregunta más penetrante que puede usted hacerse.
Todo el que
tiene que ir a trabajar sabe lo que es levantarse por la mañana, desayunar, ir
al trabajo, trabajar todo el día, volver a casa por la tarde para cenar, leer
el periódico, escuchar a la televisión, hablar con la familia, irse a la cama,
levantarse por la mañana, desayunar, ir al trabajo, trabajar todo el día,
volver a casa por la tarde, cenar, leer el periódico, escuchar la televisión,
hablar con la familia, levantarse por la mañana, etc., etc. ¿Se ha preguntado
usted alguna vez a sí mismo: “¿Por qué? ¿Qué espero yo de todo esto?”.
Esto es lo que
preguntó Jesús al hacer esta pregunta. Acertó de lleno al hablar a estos
hombres con la profundidad de Su pregunta: “¿Qué buscáis?”, no “¿A quién
buscáis?”. Esta sería la pregunta natural que hacer en estas circunstancias.
No, Jesús preguntó: “¿Qué? ¿Qué estás buscando? ¿Qué es lo que realmente
quieres?”. ¡Esa es la primordial pregunta en la vida!
Esto nos recuerda la primera pregunta en la Biblia,
hecha por Dios a Adán y Eva en el huerto del Edén después de la caída: “Adán, ¿dónde
estás?” (Génesis 3:9b). Esta pregunta tenía como propósito hacer que Adán se
preguntase a sí mismo: “Sí, ¿dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué me ha
sucedido?”. Adán y Eva estaban escondidos entre los arbustos. Yo no creo que
Adán se lo preguntase hasta que Dios le hizo la pregunta: “¿Dónde estás? ¿Qué
estás haciendo? ¿Por qué estás ahí?”. Esa es la pregunta más importante que
contestar cuando se encuentra usted alejado de Dios. Cuando lo contesta, se
encuentra usted de regreso al Dios que le creó.
ORACIÓN. Señor, lo que realmente deseo y lo que
verdaderamente necesito más que ninguna otra cosa eres Tú y la vida que solo Tú
puedes proveer.
APLICACIÓN PARA LA VIDA. ¿Nos
contentamos con llevar vidas superficiales, carentes de sentido, porque estamos
eludiendo las cuestiones de suprema importancia?
RAY STEADMAN - (DEV. "EL PODER DE SU
PRESENCIA")