“Porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo.” 1ª Pedro 1:16 (Leer: 1ª Pedro 5:8-12)
Las botas vaqueras polvorientas y con tacos altos de mi
padre, que conservo sobre el piso de mi oficina, son un recordatorio diario de
la clase de hombre que era.
Entre otras cosas, criaba y entrenaba caballos
cortadores; equinos atletas que se mueven con mucha agilidad. Me encantaba
verlo trabajar, y me maravillaba que pudiera mantenerse montado sin caerse.
De niño, mientras crecía, quería ser como él. Ahora, ya
tengo más de 80 años, y sus botas siguen siendo demasiado grandes para que yo
esté a la altura de lo que fue mi padre.
Él está en el cielo ahora, pero tengo otro Padre a quien
imitar. Quiero ser como Él: lleno de su
bondad y con el aroma de su amor. Aún no lo he logrado, ni nunca lo lograré
en esta vida; sus botas son demasiado grandes para que esté a su altura.
Pero el apóstol Pablo declaró: «Mas el Dios de toda
gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, […] él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca» (1ª Pedro 5:10). Él tiene la
sabiduría y el poder para hacerlo (v. 11).
La imposibilidad de ser como nuestro Padre celestial no
durará para siempre. Dios nos ha llamado a transmitir la belleza de su
carácter. En esta vida, lo reflejamos débilmente, pero, en el cielo, ¡lo
reflejaremos por completo! Esta es «la verdadera gracia de Dios» (v. 12).
Padre celestial, quiero ser como tú.
Los creyentes son hechos perfectos a la vista de Dios por
medio de la cruz.
(La Biblia en
un año: Génesis 13–15 — Mateo 5:1-26)
DAVID H. ROPER -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")