martes, 26 de diciembre de 2017

¿Qué frutos estás produciendo? 26 diciembre





Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.” Mateo 7:15-20


El pasaje de hoy nos enseña que, al igual que los árboles, algunas personas dan malos frutos mientras que otras dan buenos frutos. Algunos usan sus dones para servir a Dios y predican el evangelio de Cristo y lo ponen en práctica en todo lo que hacen. Otros fingen ser fieles y mansas ovejas, pero en realidad son lobos rapaces que buscan su propio beneficio. Por eso Jesús advierte a sus discípulos “Por sus frutos los conoceréis.” Todo ser humano tiende a producir frutos que no son agradables al Señor, pues provienen de la concupiscencia de nuestra naturaleza carnal. Es decir, tenemos que hacer algo si queremos producir buenos frutos.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que no es posible producir buenos frutos si no permanecemos en una íntima comunión con el Señor. Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5). La presencia del Espíritu Santo es esencial para vivir una vida cristiana fructífera. Sin su ayuda no podemos producir buenos frutos, porque nuestra naturaleza pecaminosa tiende a producir malos frutos.

En su primera carta a su hijo espiritual Timoteo, el apóstol Pablo hace énfasis en la necesidad de meditar en la doctrina del evangelio y aplicarla a su vida. Así le dijo Pablo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1ª Timoteo 4:16). Y le dice también: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.” Para ser un buen ministro de Jesucristo y reflejar al mundo su carácter y sus enseñanzas debemos nutrirnos “con las palabras de la fe y de la buena doctrina.”

Pero si bien la semilla, o sea la Palabra de Dios, es muy importante, el terreno donde cae esta semilla es también de vital importancia. En Mateo capítulo 13 Jesús refirió la parábola del sembrador a una multitud que le escuchaba. Allí les habló de cuatro clases de terrenos donde puede caer la semilla. De ellos hay tres tipos en los que, por una razón u otra, la buena semilla no da frutos; el primero de ellos estaba junto al camino y vino el malo y arrebató la semilla, el segundo estaba lleno de piedras, y el tercero contenía muchos espinos. “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”, dice Mateo 13:23. Para que haya buena cosecha es necesario que limpiemos el terreno de toda basura, de espinos y de malas hierbas, y lo preparemos para recibir la semilla que producirá los frutos de bendición.

El Salmo 1 resume esta enseñanza de la siguiente manera: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.”

¿Qué frutos estás tú produciendo? Si no estás dando los frutos que Dios espera de ti, hazte el propósito de hacer los cambios necesarios en tu vida. Comienza con leer cada día la Palabra de Dios, medita en ella, ora y pide al Señor que te ayude a ponerla en práctica en tu vida. Así tu corazón será esa buena tierra a la que se refirió Jesús, y tú producirás fruto “a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.”


ORACIÓN: Bendito Dios y Señor, te ruego limpies mi corazón de toda maldad e impureza y lo conviertas en un terreno fértil en el cual la semilla de tu santa palabra produzca una cosecha abundante de frutos que sean agradables a ti. En el nombre de Jesús, Amén.



ENRIQUE SANZ - (DEVOCIONAL "DIOS TE HABLA")









TRADUCCIÓN