“El gozo de Jehová es vuestra fuerza”
(Nehemías 8:10). Cuando estas palabras fueron proclamadas, los israelitas
acababan de volver del cautiverio en Babilonia. Bajo el mando de Esdras y
Nehemías, el pueblo había reconstruido los muros caídos de Jerusalén. Y ahora
pusieron su mirada en el restablecimiento del templo y la restauración de la
nación.
Nehemías
convocó a una reunión especial en la puerta de las Aguas, dentro de los muros
reedificados de Jerusalén (ver Nehemías 8:1). Lo primero que se llevó a cabo
fue la predicación de la Palabra de Dios. El pueblo había desarrollado hambre
de oír la Palabra, de tal forma que no necesitaba que nadie le fuerce a oír.
Ellos estaban completamente preparados para sujetarse a la autoridad de la
Palabra; querían ser gobernados por ella y que sus vidas sean hechas conforme a
su verdad.
Sorprendentemente,
Esdras predicó a esta multitud durante cinco o seis horas. ¡Qué escena tan
increíble! Creo que sería difícil encontrar un evento así en la iglesia
moderna. Sin embargo, la verdadera
restauración nunca se llevará a cabo sin este tipo de hambre voraz por la
Palabra de Dios.
No te
equivoques, en la puerta de las Aguas en Jerusalén, no hubo una predicación
elocuente. Esdras no dio un sermón sensacional. Por el contrario, él predicó
directamente de las Escrituras, leyendo durante horas, deteniéndose para
explicar el significado. Y a medida que la gente oía, su emoción crecía.
En varias
ocasiones, Esdras estuvo tan abrumado por lo que acababa de leer, que se detuvo
y “bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande” (Nehemías 8:6). La gloria del
Señor descendía poderosamente y todo el pueblo levantaba sus manos para alabar
a Dios. En arrepentimiento y quebranto, “se humillaron y adoraron a Jehová
inclinados a tierra” (8:6). El pueblo se
humilló delante de Dios, en quebrantamiento y arrepentimiento. Entonces, se
pusieron de pie para experimentar aún más.
No había
manipulación alguna desde el púlpito, tampoco testimonios dramáticos. Ni
siquiera había música alguna. Este pueblo solamente tenía un oído para oír todo
lo que Dios le decía.
Amados, yo creo
que hoy, el Señor desea moverse entre su pueblo de la misma forma. Si queremos
ver este tipo de avivamiento y restauración, debemos tener hambre y emoción por
las Escrituras, como las tuvo Esdras.
DAVID WILKERSON
- (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)