“… procuren
también sobresalir en esta gracia de dar.” 2ª Corintios 8:7 – NVI (Leer: 2
Corintios 8:1-9)
A Cecilia le esperaba una sorpresa cuando llegó a
entregar su siguiente pizza y se encontró a la puerta de una iglesia.
Confundida, entró para entregar el pedido y se encontró con el pastor.
«¿Tengo razón si digo que la vida no ha sido fácil para
ti?», le preguntó el pastor. Cecilia asintió. Entonces, el pastor sacó la
ofrenda que los miembros de la iglesia habían reunido, ¡y le dio 750 dólares de
propina! Aunque ella no lo sabía, el pastor había pedido al negocio que enviara
a su repartidor más necesitado. Cecilia quedó boquiabierta.
Cuando los primeros cristianos padecían pobreza, la
iglesia los ayudaba. Aunque ellos mismos pasaban necesidad, los cristianos
macedonios se sacrificaban para dar y lo consideraban un privilegio (2
Corintios 8:1-4). Pablo citó su generosidad como ejemplo para los corintios (y
para nosotros). Cuando usamos nuestra
abundancia para suplir las necesidades de los demás, reflejamos a Jesús,
quien entregó sus riquezas para suplir nuestra pobreza espiritual (v. 9).
Cecilia les contó a todos sus clientes sobre la bondad de
la iglesia aquel día y, siguiendo su ejemplo, donó el resto de las propinas del
día a otros con necesidad. Un acto de generosidad se multiplica. Y Cristo
recibe la gloria.
Señor, utilízanos para suplir las necesidades de los
demás.
Nuestra generosidad suple necesidades y glorifica a
Jesús.
(La Biblia en
un año: Lamentaciones 1–2 — Hebreos 10:1-18)
SHERIDAN VOYSEY
- (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")