“Luego nosotros, los que vivimos y habremos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para el
encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor. Por
tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras.” 1ª Tesalonicenses
4:17-18 (Leer: 1ª Tesalonicenses 4:13-18)
El famoso
evangelista D.L. Moody (1837 – 1899), contaba muy a menudo la siguiente
historia:
A consecuencia
del oficio de pescadores, tenían que adentrarse en el mar. Cada amanecer, sus
esposas descendían a la costa para esperar que ellos regresaran luego de una
larga noche de pesca. Mirando el mar
ellas empezaban a entonar el primer verso de un conocido himno, luego hacían
una pausa y escuchaban atentamente. En el fondo de sus corazones sabían que sus
esposos estaban a salvo y se aproximaban a la costa, ya que a lo lejos ellos
respondían con un suave tono que era llevado por el viento y las olas; este era
tan tenue que sólo el oído atento y bien entrenado de estas fieles mujeres
podía percibirlo.
A Moody le
gustaba decir “Tal vez si nosotros escucháramos con atención, pese a este mundo
agitado por la tormenta, también podríamos oír algún sonido, algún susurro
nacido de seres queridos que están lejos”.
Decía que “contemplar el regreso del Salvador y la reunión de sus seres
queridos, es casi como escuchar el eco de sus voces irrumpiendo como música
sobre las arenas del tiempo”.
De alguna forma
todos anhelamos con ansias ver de nuevo a nuestros seres queridos que han
partido al cielo antes que nosotros. De seguro uno de estos días nos pasará una
de dos cosas: pasaremos por el valle de la muerte al igual que otros lo
hicieron antes, o “seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor” (1ª
Tes.4:17), ¡Cuán glorioso será ese día!
1. La muerte tan sólo es un paso más para
aquellos que hemos creído en Jesús.
2. La muerte no puede separar a quienes
son uno en Cristo.
MD/HG -
(DEV. PROVERBIOS: “SABIDURÍA DIVINA PARA LA VIDA DIARIA”)