“Así dice ahora el Señor, quien te creó y te formó:
«No temas, Jacob, porque yo te redimí; yo te di tu nombre, Israel, y tú me
perteneces. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los
ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni las llamas
arderán en ti. Yo soy el Señor, tu Dios. Yo soy tu salvador, el Santo de
Israel. Ya he pagado por tu rescate a Egipto, Etiopía y Sebá.” Isaías 43:1-3
Hace unos
cuantos años, un tren de carga con 100 vagones se paró. Sí, aunque parezca
mentira, se paró en las vías, y aunque trate de adivinar la razón, nunca se le
va a ocurrir qué fue lo que detuvo a un tren de ese tamaño y peso.
¿Está pronto
para la respuesta? Lo que lo detuvo fueron hojas. Hojas de árboles mojadas por
la lluvia. Las hojas hicieron que las ruedas de las locomotoras giraran sin
poder ejercer ninguna tracción y, al no tener tracción, las locomotoras no se
pudieron mover y el tren se paró.
Ni siquiera un
derrumbe de rocas podría haber parado al tren mejor de lo que lo hicieron las
hojas mojadas.
Lo mismo puede
decirse de nosotros.
Las cosas
grandes como los desastres financieros, las enfermedades o la muerte, no son
siempre lo que arruinan la vida de las personas. Muchas veces son las cosas
pequeñas las que lo hacen.
Si se fija en
su propia vida, quizás pueda reconocer algunas "hojas mojadas en su
vía" que están haciendo que sus ruedas giren en vano, sin permitirle
avanzar.
Quizás sean las
interrupciones en la oficina o las interminables llamadas en el celular. O
quizás sea un jefe muy riguroso o el esposo que olvidó el aniversario.
Sea cual fuera
la razón, este es el momento de limpiar las vías para comenzar a avanzar
nuevamente. Lo bueno es que no tenemos que hacerlo solos, porque tenemos a
alguien que no sólo puede, sino que quiere ayudarnos. Tenemos un Dios que ha
demostrado ser el mejor "limpiador" que este mundo pecaminoso haya
visto.
En la persona
de Jesucristo, nuestros pecados han sido desechados, nuestro futuro eterno ha
sido afirmado y nunca tendremos que lidiar con las dificultades grandes y
pequeñas de esta vida por nosotros mismos.
Con la ayuda de
nuestro amoroso Señor podemos volver a las vías y la locomotora puede andar una
vez más.
ORACIÓN: Querido Dios, sé que tú estás
dispuesto a ayudar cuando mi vida se descarrila. También sé que tú puedes
quitar esas pequeñas cosas que me frustran y molestan. Gracias por tu gracia
redentora y la salvación que tu Hijo me compró al vencer a la muerte. Sólo en
él confío. En su nombre. Amén.
De una devoción
escrita originalmente para "By the Way".
CRISTO PARA TODAS LAS N. - (DEV. “ALIMENTO DIARIO”)