“Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo.” 1ª Corintios 11:1 (Leer: 2ª Corintios 10:12-18)
Cuando cursaba
la primaria solía mirar con admiración a los jugadores de futbol de años
superiores. Para los niños como yo, estos jóvenes eran como héroes, modelos a
seguir, eran rápidos, habilidosos, fuertes y sobretodo les seguían muchas
chicas. Ahora por supuesto, entiendo que
todo depende del equipo en el que juegues, estos muchachos comparados con los
jugadores universitarios o con los de equipos profesionales, eran tan sólo
novatos inmaduros.
La mayoría de
cosas en la vida son así, ya que podemos creernos saludables, musculosos,
atractivos o exitosos; más sin embargo todo es relativo. Todo dependerá, de con
quién nos estemos comparando.
Cómo creyentes debemos preguntarnos ¿con quién nos
estamos comparando? En 2ª Corintios 10, en defensa de su ministerio, el
apóstol Pablo nos sugiere que cometemos un error, si empezamos a tener un
concepto demasiado elevado de nosotros mismos, cuando nos comparamos con los
demás (2ª Cor.10:12). Es prioritario
comprender, que en realidad nuestro valor y significado no depende de nosotros,
depende de cuán útiles somos en el servicio para el Señor. No está bien alabarse a sí mismo, tal como se
recomienda en 2ª Cor. 10:18.
1. El apóstol Pablo estaba satisfecho y
contento con su servicio al Señor, y no perdía el tiempo comparándose con
otros, él quería ser un imitador de Cristo.
2. Si quieres compararte con alguien,
compárate con Cristo y empieza a servirle.
MD/HG -
(DEV. PROVERBIOS: “SABIDURÍA DIVINA PARA LA VIDA DIARIA”)