“Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no
tendrás piedad de Jerusalén?... Y Jehová respondió buenas palabras, palabras
consolatorias a aquel ángel” Zacarías
1:12-13
¡Qué amable
respuesta a una ansiosa pregunta! ¡Oh! Sión, hay buenas cosas guardadas para
ti. Tu hora de parto pronto pasará; tus hijos nacerán; tu cautividad terminará.
Soporta pacientemente por un tiempo la disciplina y aun bajo las tinieblas
confía en Dios, pues su amor arde por ti. Dios ama a la Iglesia con un amor
demasiado profundo para la comprensión humana; él la ama de todo corazón. Por
lo tanto, sus hijos deben estar alegres. No puede estar lejos de la prosperidad
aquella Iglesia a la cual Dios dirige “buenas palabras, palabras consolatorias”.
Cuáles son estas palabras consolatorias, el profeta lo dice a continuación:
“Celé a Jerusalén y a Sión con gran celo”. El Señor ama tanto a su Iglesia que
no puede permitir que vaya tras de otros; y cuando ha caído en ese mal, no
puede verla sufrir mucho ni muy severamente. No permitirá que sus enemigos la
aflijan; está disgustado con ellos porque aumentan su miseria.
Cuando más parece que Dios abandona a su Iglesia,
más afectuoso se muestra su corazón para con ella. La historia
nos demuestra que cuando Dios usa una vara para castigar a sus siervos, siempre
la rompe después, como si abominara la vara que causó dolor a sus hijos. El
siente más que su pueblo las heridas. “Como el padre se compadece de los hijos
se compadece Jehová de los que le temen”. Dios no nos olvida porque nos haya
herido; sus golpes no son evidencia de falta de amor. Si esto es verdad con
respecto a su Iglesia colectivamente, lo es necesariamente también de cada
miembro individualmente. Puedes temer que Dios te haya pasado por alto, pero no
es así. El que cuenta las estrellas, y las llama por nombre no olvidará a sus
propios hijos. El conoce tu situación tan perfectamente como si tú fueras el
único ser que él creó, o el único santo al que amó. Acércate a él y queda en paz.
CHARLES SPURGEON - (DEV. “LECTURAS VESPERTINAS”)