“Después que los despidió, se fue al monte a
orar” Marcos 6:46
Antes de
caminar por el Mar de Galilea Jesús subió a un monte para estar a solas con Su
Padre en oración. Dejó abajo las demandas de las multitudes al atardecer, oró
hasta la aurora, luego descendió del monte en el poder del Espíritu Santo y
aplacó una terrible tempestad. (¿No te encantaría saber lo que Jesús oró
aquella noche?). La oración es una montaña; tienes que escalarla. “Pedro y Juan
subían juntos … a la hora … de la oración” (Hechos 3:1). Si esperas a tener
ganas de orar no lo harás con persistencia, porque es una disciplina. Y cuanto
más oras más quieres orar y más gratificante te resulta. Pero primero tienes
que darle la espalda a la “multitud”. Debido a que Jesús sabía cómo alejarse de
las demandas y de las distracciones de la vida, fue capaz de aplacar la
tempestad que amenazó a sus discípulos.
Así pues, antes de que estés inmerso en el ajetreo
de la vida diaria, sube al monte de oración. Es un lugar de estabilidad en
un mundo incierto; un lugar donde no hay nada que obstruya la vista y donde el
ritmo frenético de la vida queda atrás. Allí ganas perspectiva. Allí Cristo te
recuerda que no hay nada que vayas a enfrentar en el día que Él no lo haya
enfrentado ya y que te dará la gracia para hacerlo. Es fácil reconocer a las
personas que han estado en el monte de oración. Sus luchas no son diferentes de
las tuyas —algunas incluso más duras—, pero tienen una paz interior que trasciende
los problemas familiares, los trastornos de salud, la escasez económica, etc.
Puedes sobrevivir los tiempos difíciles con gracia cuando sabes que la cima se
encuentra a la distancia de una oración.
BOB Y DEBBIE GASS - (DEVOCIONAL "LA PALABRA
PARA HOY")