Elías y Enoc,
los únicos dos profetas que fueron traspuestos, tenían algo en común. Ambos
eran enemigos del pecado y clamaban contra él. Ambos caminaban tan cerca de
Dios que no podían dejar de compartir su odio por la impiedad.
El efecto
innegable en todos los que caminan con Dios es un creciente odio hacia el
pecado, y no sólo el odio, sino la separación de él. Si todavía amas este mundo
y estás a gusto con los impíos -si eres amigo de los que lo maldicen- no estás
caminando con el Señor, sino sentado en la cerca, exponiéndolo a vergüenza
pública.
"Caminó, pues, Enoc con Dios, y
desapareció, porque le llevó Dios" (Génesis 5:24). Sabemos por
Hebreos que esto habla de la trasposición de Enoc, del hecho que no probó la
muerte. Pero también significa algo más profundo que eso:
"Desapareció", como se define en Génesis 5 también significa:
"Él no era de este mundo".
En su espíritu,
en sus sentidos, Enoc no era parte de este mundo perverso. Fue llevado en su espíritu
a un reino celestial. Como Pablo, moría diariamente a este mundo mientras
cuidaba de su familia, trabajaba, ministraba y estaba ocupado. Pero
"desapareció", ¡No estaba atado a la tierra! Solo pensaba en estar
con el Señor. Cada momento su mente volvía a pensar en Él. Su corazón estaba unido a Dios como con una enorme banda de goma, que
cuanto más se estira, más rápido vuelve cuando la sueltas. El corazón de
Enoc siempre "regresaba" al Señor.
A medida que la
humanidad a su alrededor se volvía cada vez más impía, a medida que los hombres
se transformaban en bestias salvajes llenas de lujuria, dureza y sensualidad,
Enoc se hacía cada vez más parecido a Aquel con quien caminaba.
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)