Hace poco,
después de una reunión de oración de martes por la noche en el Tabernáculo de
Brooklyn, me presentaron a un pastor que estaba de visita con un pequeño grupo
de líderes de su iglesia. Le di la bienvenida y le pregunté de dónde era.
– "Kentucky",
me respondió.
“Eso está muy
lejos de Nueva York” – le respondí. "¿Cuánto tiempo estarán aquí?"
– "Regresamos
esta noche. Salimos al amanecer hoy en la mañana tan solo para estar en la
reunión de oración”.
Quedé
impactado.
"¿En serio?
¿Todo por un solo servicio?
– “Hermano, tengo sed de Dios", me dijo con
toda seriedad. "No puedo continuar. Estoy cansado y agotado.
Estoy desesperado por algo del Espíritu de Dios”.
NO TE DES POR
VENCIDO.
Mientras el
pastor hablaba, no pude evitar pensar en el ruego de David: "Dios, Dios mío
eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca
y árida donde no hay aguas" (Salmo 63:1).
¿Alguna vez te
has sentido reseco y agotado en tu vida cristiana? Cuando eso sucede, muchos de
nosotros persistimos hasta llegar al punto de agotamiento espiritual. Algunas
personas se rinden y juegan al hipócrita, fingiendo ser alguien que no es.
HAY DESCANSO.
Hay un viejo
dicho que es absolutamente cierto: "Si andas de un lado a otro, quedas
exhausto y luego quieres escapar".
Pero hay un
remedio para aquellos períodos de sequía cuando hemos andado corriendo de un
lado para otro. Se encuentra en lo que el apóstol Pedro llamó "tiempos de
descanso" que vienen de la presencia del Señor (Hechos 3:19).
JIM CYMBALA - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)