Debemos caminar
en sumisión total al Espíritu Santo, tal como Cristo caminó, en absoluta
sumisión al Padre. Jesús testificó: “No
puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque
todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19).
“No puedo yo
hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (5:30).
¿Cómo podemos
pensar que no tenemos que depender del Padre para todas las cosas, cuando
Cristo mismo dijo que Él lo hacía? Como amantes y seguidores de Jesús, ¿nos
atrevemos a pensar que podemos hacer lo que nuestro Salvador y Señor no pudo?
Jesús esperó en el Padre, siempre buscando tener la mente de Dios.
Si somos
honestos, admitiremos que el cielo es a menudo el último lugar al que nos
volteamos cuando necesitamos dirección. Casi siempre, corremos a los consejeros
o pasamos horas en el teléfono con nuestras amistades, buscando consejo: ¿Qué
piensas? ¿Es una buena idea que yo vaya en esta dirección? ¿Crees que lo deba
hacer? Tristemente, vamos al Espíritu Santo como nuestra última opción, si es
que vamos a Él alguna vez.
En Números 9,
leemos sobre una nube que descendía y cubría el tabernáculo en el desierto.
Esta nube representaba la constante presencia de Dios con Su pueblo. Y para nosotros, hoy, la nube representa la
obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Por la noche,
la nube sobre el tabernáculo en el desierto se convertía en una columna de
fuego, un resplandor cálido en un lugar oscuro: “Así era continuamente: la nube
lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego.” (Números 9:16)
Los hijos de
Israel siempre seguían esta nube sobrenatural, como quiera que los dirigiera.
Cuando ésta se elevaba sobre el tabernáculo, el pueblo sacaba las estacas de
sus tiendas y la seguía. Y dondequiera que la nube se detuviera, el pueblo
también se detenía y levantaba sus tiendas. Se movían o se quedaban de acuerdo
a su clara dirección.
Los israelitas
eran cuidadosos de moverse solamente según la nube se moviera, porque sabían
que era la guía provista por Dios. Podría moverse cada día o cada semana, como
también podría no moverse por meses. Sin embargo, de día o de noche, el pueblo
siempre se movía según la nube los dirigiera (ver Números 9:18-19).
DAVID WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)