Cuando Jesús se
apareció a los discípulos después de la resurrección, El impartió una última
lección. Comenzó cuando le preguntó a Pedro si lo amaba. Él planteó esta
pregunta al discípulo tres veces y cada vez Pedro respondió que sí. A su vez,
Jesús respondió cada vez: "Apacienta mis corderos… Pastorea mis ovejas… Apacienta
a mis ovejas" (Juan 21:15-17).
El verbo “amar”
que Jesús usa aquí es “agape”, en griego, e
indica el amor desinteresado, de sacrificio y sin condición. Este tipo de amor
dice: "Si me desprecias, te daré. Si me rechazas, te seguiré dando. Y si
me haces daño, voy a seguir dándote".
Sin embargo,
cuando Pedro le respondió a Jesús, él usó un verbo diferente para “amar”. Cada
vez que él expresaba su amor a Cristo, él usaba la palabra “phileo”, que indica el amor fraternal. Este tipo de
amor es mutuo, recibe tanto como da. Pedro estaba diciéndole a Jesús, en
esencia: "Tanto como Tú me des, yo te daré".
Esa respuesta
no era suficiente para Jesús. Es por eso que Él le respondía cada vez a Pedro:
"Si me amas, apacienta mis ovejas". Él estaba diciendo: "Mi pueblo necesita ayuda, Pedro. Atiéndelos.
Aliméntalos. Da tu vida por ellos".
Jesús estaba
encargándole a Pedro vivir una vida que da. Él sabía que el discípulo estaba
listo, ya que en las semanas anteriores, Pedro había sido profundamente
quebrantado. Lo que Jesús le dice luego, describe el quid de una vida dadora:
el quebrantamiento: "De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven,
te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus
manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a
entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió:
Sígueme" (Juan 21:18-19).
Con esta
enseñanza final, Jesús condujo a Pedro de una vida bendecida a una vida
quebrantada, dadora. De este modo, le entregó a Pedro las mismas llaves del
reino. El dolor, la angustia y la pena esperaban a Pedro en la vida dadora que
Dios trazó para él. Sin embargo, como el Evangelio de Juan nos dice aquí,
incluso la muerte de Pedro trajo gloria a Dios.
Puede ser que
tú y yo no lleguemos a hacer lo que queremos en esta vida, pero podemos tener
una vida que refleje la gloria de la naturaleza dadora de nuestro Señor. Al dar
tu todo por los demás con “agape”, podrás hallarte siendo dolorosamente
derramado, como el vino de la comunión. Pero al hacerlo, te volverás una
persona centrada en los demás, poderosa e influyente; y el mundo verá la
diferencia. Tu vida dadora revelará la propia gloria de Dios, un testimonio al
mundo de Su naturaleza generosa, amorosa.
GARY WILKERSON - (DEVOCIONAL DIARIO “ORACIONES”)